Por: Luis Córdova
Estuve hablando random con Arianna. Puede ser mi hija, pero no lo es. Nuestra nueva amistad me permite conocer tanto el habla como el pensamiento de una generación de la que nos distancian mares de diferencias formales. Me sorprende que, en esencia, los valores sobre algunos códigos éticos y patrones morales, no disten mucho.
He comprendido que los jóvenes, contrario a casis todas las generaciones anteriores que se esforzaban por aparentar mayores, los actuales enrostran su juventud, como si eso significara algún logro. Les preocupa llegar a los veinte y les aterra pasar a la ancianidad de los 25.
El fronteo (demostrar quién tiene la verdadera grasa), ha creado nuevos oficios y para esto se valen de lo que más dominan: la tecnología. Chiperos, tarjeteros, posteadores…
Ayer, mientras salía del Metro, un chico muy joven venia absorto en su conversación telefónica. Alcancé a comprender la gravedad del tema cuando oí una lacónica sentencia: “la quiero pila… pero la pila se gastan”. Bella metáfora urbana. Asentí y recordé que también tienen corazón, ambos seguimos los caminos de nuestros infortunios amorosos. Le deseé suerte.
Quienes no comprendan parte de este texto, tengo que decirles, les han llegado los años