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La isla de las mentiras: RD

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Por: J. Luis Rojas

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Según el diccionario de la Real Academia Española, mentir es “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”. Dicho de otra manera, mentir es fingir, aparentar, falsificar algo, faltar a lo prometido, así como quebrantar un pacto. Tomando como punto de referencia lo planteado por la RAD, en República Dominicana, la mentira se disfraza de verdad. Todo parece indicar que en RD a nadie le interesa que los ciudadanos aprendan a diferenciar entre lo que es una mentira y una verdad.

Cuando se observa y analiza la magnitud de la incongruencia  entre el discurso y la práctica que rodean a los políticos, empresarios, funcionarios gubernamentales, legisladores, al personal del Poder Judicial, dueños y ejecutivos de los medios de comunicación,  opinadores públicos, influencers, directivos de centrales sindicales, dirigentes de gremios profesionales de RD, entonces, es posible entender las razones por las que a los miembros de las elites dominicanas prefieren audiencias carentes de capacidad critica para diferenciar la mentira de la verdad.

Emplear la mentira como estrategia para obtener logros tangibles e intangibles de indoles sociales, políticos y económicos, es una de las características específicas de los mentirosos. En circunstancias específicas, los efectos derivados de las mentiras pueden ser igual o más poderosos que los de la verdad. Por ejemplo, justificar la guerra como medio para resolver un conflicto entre países, así como apelar al poder persuasivo de los medios de comunicación masiva, buscando con ello manipular las mentes de las masas, para que asuman comportamientos, decisiones y opiniones preestablecidos. ¿Es mentira o verdad lo que siempre se ha dicho del crecimiento y desarrollo económico dominicano?

Asumir y aceptar la mentira como parte de la sociología cotidiana de un sistema social, es una señal fehaciente del estado de descomposición y podredumbre en que se encuentran las instituciones formales e informales que dirigen, regulan y administran todas las dimensiones de su quehacer. Está a la vista de todos, en la sociedad dominicana, la verdad es una mentira repetida muchas veces por distintas personas a través de muchos medios. No es sano tratar por igual a los que mienten y dicen la verdad. ¿Se ha preocupado la sociedad dominicana por desarrollar mecanismos creíbles y efectivos que ayuden a censurar a las organizaciones y a los ciudadanos que mienten de manera deliberada para dañar los demás?

En Dominicana, la mayoría de los políticos, empresarios, sindicalistas, intelectuales, profesionales, funcionarios gubernamentales, comunicadores sociales, periodistas, religiosos y académicos, se resisten a decir las cosas claras, evaden expresar la verdad, se expresan en forma deliberadamente ambigua y evasiva para confundir uy ocultar información, hablan con ambigüedad. Además, suelen actuar con engaño, proceden con doblez y en reiteradas ocasiones tiene más de una cara. ¿Qué esperar de una sociedad donde la mayoría de sus líderes ha decidido asumir la mentira como filosofía de vida?

Si es por lo que diariamente acontece, se observa y se visibiliza en República Dominicana, es probable que sea uno de los países del mundo donde la mentira juega un rol protagónico en la toma de decisiones estratégicas y en la calidad de vida de sus ciudadanos. Entre los que más fabrican y difunden mentiras en RD, sobresalen: los políticos, los empresarios, los sindicalistas, Asociación Dominicana de Administradoras de Fondos de Pensiones (ADAFP), Asociación Dominicana de Administradoras de Riesgos de Salud (ADARS), Superintendencia de Pensiones (SIPEN), Superintendencia de Salud y Riesgos Laborales (SISALRIL), así como algunos funcionarios gubernamentales que hasta diciendo la verdad mienten.

La historia se ha encargado de mostrar los efectos negativos que trae consigo el uso de la mentira, como recurso mediático y deliberado para imponer ideologías, creencias, puntos de vista y paradigmas. La acción de fabricar y difundir mentiras a diestra y siniestra, con el propósito malsano de crear y mantener percepciones, opiniones y actitudes favorables hacia determinados eventos y realidades, ha servido para poner el alto riesgo la sostenibilidad de las diferentes dimensiones de la vida:  humana, animal y vegetal.

El desarrollo y los efectos de determinados acontecimientos sociales, políticos y económicos, tanto de ayer como de hoy, ayudan a entender la profundidad de la incidencia que ha tenido la mentira como plataforma para garantizar la cohesión social, el control político y la hegemonía económica. No saber diferenciar la mentira de la verdad es, sin duda, otra forma de esclavitud. Sin importar el ámbito, el momento y la circunstancia, no es sano para ningún grupo humano, cuando el mentir es cuasi una costumbre generalizada.

Son yaguas del mismo paquete: el mentiroso, el engañoso, el embustero, el falaz, el hipócrita y el falso. Por lo general, detrás de cada mentira siempre hay una intensión maliciosa. En este sentido, a juzgar por el comportamiento que asumen y exhiben muchas organizaciones y ciudadanos dominicanos, parecería que la acción de mentir es una conducta que cada día se aprende en los ámbitos familiar, laboral, empresarial, político, educativo, religioso, entre otros.

En Dominicana, igual que en otros países del mundo, la mentira es una arma masiva que emplean las élites económicas, políticas y religiosas para desinformar y manipular a las audiencias. La mayoría de los relatos que elaboran y difunden las empresas, las agencias públicas, las marcas y los políticos, son mentiras vestidas de verdades. En este orden, véase las mentiras a diestra y siniestra en: las campañas comunicacionales institucionales de las mineras Falcondo y Barrick Gold, el marketing tramposo que desarrollan las AFP y las ARS, los mensajes del periodismo corporativo y gubernamental, los supuestos logros de la Responsabilidad Social Empresarial, la narrativa que insiste en justificar la sinergia inexistente entre el crecimiento de la economía y el bienestar colectivo de los dominicanos.

Según la incongruencia e inconsistencia presentes en los relatos que construyen y difunden muchos de los políticos, empresarios, sindicalistas y funcionarios gubernamentales, es casi seguro que en República Dominicana se encuentran los más aventajados alumnos del doctor Paul Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich y uno de los colaboradores más cercanos de Adolf Hitler, quien en una ocasión afirmó lo siguiente: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Por ejemplo, el exprocurador general de República Dominicana, Jean Alain Rodríguez, igual que otros tantos políticos y empresarios mentirosos, casi logra hacer realidad lo dicho por Goebbels.

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