Por: Diomandy Castillo
Resulta interesante hablar de la persona, toda vez que ha sido definida como el individuo de la especie humana, sea hombre o mujer. ´´Persona´´ es un término latino que tiene su equivalente en griego y hace referencia a las máscaras que utilizaban los actores en el teatro clásico de los Griegos y Romanos. Del mismo modo, en sociología y psicología se define como la singularidad de los individuos de la especie humana, en contraposición al concepto filosófico de «naturaleza humana» que aborda lo supuestamente común que se encuentra en ellos. Una persona es un ser capaz de vivir en sociedad y que tiene sensibilidad, además de contar con inteligencia y voluntad.
Estas concepciones nos llevan a pensar en la persona como el ser humano que, teniendo capacidad racional, ejerce autocontrol sobre sus emociones y asume responsabilidad por sus actos. Resulta entonces necesario valorar la esencia del ser racional, el conjunto de características permanentes de la individualidad de cada individuo como ente particular y como parte de un grupo, familia, equipo y finalmente como parte de la sociedad. Por otra parte, en Derecho ha sido definida la persona como el sujeto de derechos y obligaciones, pudiendo ser la persona física o jurídica. Es también un sujeto con capacidad de discernimiento y de respuesta sobre sus propios actos.
El concebido vivo y viable es sujeto de derecho para todo cuanto le favorece. La atribución de derechos patrimoniales está condicionada a que nazca vivo. Sujeto de derecho y ser humano son dos términos indisociables, equivalentes. Por tanto, uno resulta consecuencia del otro, se complementan. Se hace entonces urgente cuidar la calidad humana, el ser. Se utiliza la palabra ser para atribuir al sujeto una cualidad o condición intrínseca, un ser vivo, un ser humano. En filosofía, el ser, hace referencia a la realidad ontológica de las cosas, a todo aquello que existe.
Todo esto nos lleva a concluir que el ser es la parte vital de la persona, su esencia, lo que le define como ente individual e irrepetible. Cada persona posee cualidades y condiciones que le constituyen en una verdadera composición única e irrepetible, cualidades que nos han llevado a clasificar a los demás en base a su comportamiento, reacciones o conductas, encasillando a algunos más reactivos y emocionales como coléricos, a otros como sanguíneos y a los más reposados e inmutables como flemáticos. En definitiva todos terminamos estigmatizados o marcados por patrones precedentes o identificados por rasgos que no necesariamente definen la esencia de nuestro ser auténtico.
Ahora bien, la autenticidad sigue siendo la cualidad por excelencia al momento de distinguir la esencia del ser. Por tanto, es preciso mostrarnos de manera genuina ante los demás, sin detenernos a juzgar a aquellos que, marcados por experiencias anteriores, cargados de memorias pasadas e influenciados por los patrones de nuestra sociedad, no logren visualizar la esencia del ser que acompaña a nuestra persona. Les invito a realizar un viaje de introspección, a trabajar en su ser auténtico, a mirar sin temor y valorar todo lo que tenemos en nuestra composición. El camino a la excelencia inicia con ese maravilloso proceso de descubrimiento de nuestra esencia, nuestro ser auténtico.