Por: Luis Córdova
En estas tierras de Dios, de vez en cuando, se ponen de moda ciertos oficios o profesiones.
Si no es menester titularse, en un tiempo gustan en hacerse llamar “licenciados” o “doctores”.
Así los tiempos modernos vinieron a parir los “comunicadores”, un asalto inescrupuloso de los medios hablados, por diversos personajes que, en algunos casos alcanzaron notoriedad en otras áreas y que por algún exceso de suerte se creen con la suficiente inteligencia para decirle al país las cosas que les pasan.
No importa que por sus manos nunca haya pasado un manual de oratoria, se colocan frente a las cámaras; muchos menos algún folleto uasdiano de sociología, ellos –dotados por la naturaleza de inteligencia proverbial- lo saben y lo pueden todo.
Así está pasando con los “politólogos”. Con conocimientos generales pretenden erigirse en gurúes que aciertan el futuro de cada uno de los partidos y, al amparo de sus “vaticinios”, van medrando a costa de quien huela a poder… y así inundan redes y programas sin contenidos que los usan de relleno.
En discurso memorable, cuando al Generalísimo le fue concedido el Doctor Honoris Causa, en la Universidad de Santiago Domingo, para sorpresa de los intelectuales exclamó: “De las academias, ¡Líbrame, Señor!”
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