Por: Luis Córdova
La resaca de la holganza dominicana se manifiesta aún al bordear la mitad de enero. Siempre ha sido así. Los días festivos del primer mes del calendario gregoriano, cuanto menos, ayudan a consagrar un hábito cultivado por la mayoría de nuestro pueblo: “dejar las cosas para más tarde”.
El año 2023 ha sido recibido con un entusiasmo tan elevado que resulta sospechoso. Algo se percibe que va mucho más allá de proyectarse como “venturoso”. Esperamos que sea siempre mejor.
Lo que sí es seguro es que el 2023 debe ser, y será, un tiempo para la “imaginación política”. Lo dicen los estudios de ciencia política y de mercadeo: a los partidos y los políticos les hace falta innovar, atraer, reinventarse. No es suficiente denostar, mentir o seducir con canonjías o promesas.
El 2023 no es un año para conquistar votos, es para ganar respaldo ciudadano.
Mientras cientistas sociales del mundo se plantean la tesis de la “imaginación política”, hace tiempo que el país se está imaginando a sí mismo. Quien lo dude que busque un ensayo del padre Jorge Cela que emergió del escaso vocablo de una señora de la rivera del Ozama que sin saberlo construyó una metáfora que dio nombre a un ensayo del sacerdote y a un exquisito video del cineasta Cecilio Tieles: “Nosotros, los imaginados”.
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