Por Angela Milqueya Cuevas.
La sociedad actual enfrenta retos demandantes que nos mueven a reflexión, preocupación y acción. Uno de estos desafíos es ver cerrar la brecha generacional que nos mantiene en zozobra con nuestros jóvenes, es decir, nuestro futuro. En la época grecorromana, ya Platón y Aristóteles escribían sobre las características negativas de la juventud del entonces, y en pleno siglo XXI, las voces siguen alzándose con las mismas inquietudes.
La globalización y la digitalización han creado realidades nuevas que repercuten o inciden de manera peligrosa sobre nuestros chicos, las cuales, son en su mayoría preocupantes. Estos aspiran a ser influencers, youtubers, tiktokers, dembowseros, etc. Alejándose de raíces y aspiraciones que, en un principio, eran las bases de sus deseos, pues, las carreras tradicionales se han convertido en una pérdida de tiempo a la hora de seleccionarla, porque muchos entienden que eso no les dejará nada, debido a la falta de oportunidad que tienen al finalizar un proceso de más de 4 años sin esperanza. Algunos llegan al extremo de considerar a sus padres o consejeros como gente desfasada que no se alinean a la realidad, porque están tan sumergidos en el logro de estas aspiraciones que no demuestran sinergia alguna por lo que un día era su sueño.
Ahora bien, también tenemos chicos super talentosos que tienen grandes deseos, se preocupan por la nación y sueñan con un mundo mejor, estudian, se unen a campañas del medio ambiente, denuncian la corrupción y exigen oportunidades para poder desarrollar sus capacidades, pero, se estrellan con realidades cuando les solicitan, por ejemplo, años de experiencia para poder darles un primer trabajo, maestrías incosteables, sueldos de miseria… Entonces, surge una verdad imperante que perturba a todos y es que careceremos de médicos, profesores y otras profesiones por el miedo a no tener oportunidad.
El centro Bonó (2015) en un diagnóstico socioeconómico realizado en Los Alcarrizos y La Caleta, informó de los grandes obstáculos que tienen los jóvenes para integrarse productivamente al mercado laboral, lo que hace que un aproximado del 34% de nuestra población no tenga empleo, esto lleva a preguntarnos ¿Y las oportunidades de nuestros chicos, pa` cuándo? ¿Dónde están las iniciativas que promueven bienestar para ellos? ¿Qué programas estamos implementando para ser soportes de esta generación? ¿Qué manos sostienen a la esperanza del mañana para que puedan volar alto y ser el relevo generacional que nos ofrezca luz en medio de la oscuridad que nos arropa?
Como sociedad debemos abocarnos a buscar soluciones, dejar de estigmatizar, escucharlos, darles oportunidades, como ampliar nuestras miras y dedicarles tiempo, promover el desarrollo de competencias socioemocionales que les permitan regular sus enfados, sus miedos, sus angustias, sus insatisfacciones, su guerra interior y exterior con el mundo que los rodea y que por momentos los aplasta. Seamos un espacio de acogida, ellos nos necesitan y nosotros a ellos.
El papa Francisco durante el 11vo fórum internacional de jóvenes, recomendó a los chicos que sean luz en la noche. Durante la conferencia Episcopal Italiana de abril del 2022, también les dice que son la esperanza de una sociedad mejor, es decir, desde todos los puntos de vistas, religiosos o no, reconocemos la importancia que tienen los chicos en el mundo y el reto es trazar metas comunes con un corazón que vibre en una misma frecuencia y con un mismo sueño.
Y yo te pregunto a ti, ¿Y nuestros jóvenes pa` cuándo?
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