Por: Minerva Calderón López
Agonía en la tarde solitaria y adversa.
Agonía de las plantas sedientas de luz y de ternura,
dolor de los que labran la tierra sin esperanzas,
opresión de los sueños y ambiciones juveniles.
Ayer, hoy la agonía envuelve el mundo decadente,
inmerso en el dolor y la injusticia.
Agonía de los que huyen de la feroz batalla,
del tronar devastador de las armas,
de la furia humana enardecida y cruel,
del hambre que consume los cuerpos,
de la opresión que condena las miradas.
Todo parece imposible, pero es.
Es la causa absurda de esta agonía,
del destierro sembrado en el alma.
Es arma lacerante de silencios,
volcán despiadado que arrasa las praderas,
lava inclemente que recorre las montañas
con fuerza indescriptible y destructora.
Agonía de millones de seres humanos sumidos en la miseria y el dolor,
desafiantes de la noche,
de la oscuridad en los senderos,
de los ríos turbulentos,
de las armas que los esperan con mensajes de destrucción y de muerte.
Ellos, humillados, silentes, todavía se atreven a soñar,
a desafiar el frio, el hambre y la violencia.
Ellos no tienen nada,
dejaron atrás humildes casas,
transitan cargados de miserias,
atormentados por el llanto de los hijos que no entienden nada,
que esperan el pan que nunca llega,
el agua que no existe,
la cama sencilla,
y el espacio para sentirse protegidos.
Emprendieron la búsqueda de lo que quizás nunca llegue,
cargaron humildes pertenencias,
sedientos y agotados.
Punto final del trasiego de angustias.
¿Qué les espera?
¿Huir?
¿Renegar de su tierra?
¿Un oscuro encierro envueltos en la fatalidad del abandono?
O quizás un rayo de luz que cambie su historia.
Santiago de los Caballeros
República Dominicana
30 de julio de 2023