Al cumplirse once años del Pontificado del Papa Francisco, recorremos algunos de sus pensamientos que tanto bien nos han hecho:
Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio.
No seamos indiferentes a este llamado del Sucesor de Pedro, porque aquí, y en otras partes del mundo, son muchas las personas que hoy sufren al sentirse abandonadas, viviendo en estado de extrema pobreza.
A los que estamos en los medios de comunicación nos ha advertido del peligro de caer en los pecados del periodismo, como son: la difamación, desinformación, calumnia y la coprofilia, que es el amor por el escándalo.
Ha sido un abanderado de la lucha por la paz. A los jóvenes les pide que no se dejen robar la esperanza, y su anhelo para que cuidemos la Casa Común va encontrando eco en hombres y mujeres de buena voluntad que han entendido que no podemos continuar destruyendo el Planeta.
Nos habla de que la educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza. Cuánta falta hace hoy entender esta realidad.
También nos llega al alma su mensaje de que la Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.
Papa Francisco, oramos siempre por Usted como nos lo pide a cada instante. Damos gracias a Dios por su vida. Como Sucesor de Pedro, Usted ha sido un mensajero de la paz y la esperanza.