Opinión

Asesino en serie desnuda crudeza machista, impunidad y falta de protección a la Mujer, en R.D.

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Por Rey Arturo Taveras (Periodista y escritor dominicano )

 

El caso de Nazario Mercedes, detenido por el asesinato de su ex pareja Yessica Figueroa, Los Arroyones, del municipio Villa Altagracia, provincia San Cristóbal, y acusado de haber perpetrado hasta seis feminicidios a lo largo de los últimos 30 años, pone en evidencia la triste realidad de la impunidad, la debilidad institucional y el desdén por la vida de las mujeres en nuestra sociedad.

 

Además de ser una tragedia personal, el crimen de Yessica es un espejo cruel que refleja la descomposición de las estructuras de seguridad de la sociedad dominicana, la degradación de los valores humanos y el ascenso vertiginoso del machismo en todas sus formas.

 

Las cifras son alarmantes y el caso de Nazario Mercedes no es un hecho aislado. Se trata de un patrón repetido de violencia doméstica sistemática contra las mujeres que parece haber pasado desapercibido para las autoridades, quienes casi nunca logran detener a los acusados de cometer que terminan en muerte, como este caso con al menos seis homicidios cometido en distintas localidades.

 

Se suma a ello el hecho de que, a pesar de ser un hombre de 65 años con un historial tan oscuro, Mercedes pudo vivir impunemente durante décadas, gozó de libertad, y, más aún, fue capaz de perpetrar su último crimen en pleno 2024. Todo esto ocurre en un contexto donde las políticas públicas para la protección de las mujeres siguen siendo insuficientes y débiles.

 

La policía, que finalmente logró detener a este hombre mientras intentaba enterrar el cadáver de Yessica en su propio patio, no parece haber actuado con la celeridad necesaria durante años, permitiendo que el ciclo de violencia y muerte continuara sin freno.

 

El hallazgo de las herramientas de excavación en el lugar del crimen, como una pala y un pico, muestra la frialdad y premeditación del asesino, así como la falta de prevención y vigilancia por parte de las autoridades.

 

El relato de cómo Mercedes intentó ocultar el cadáver con zinc viejo y fundas plásticas es un reflejo de la crudeza con que los feminicidas tratan la vida de sus víctimas, despojándolas de toda dignidad en sus últimos momentos.

 

En este caso, no solo falló la policía. También falló el Estado en su rol de protector de los derechos humanos, y particularmente en la protección de las mujeres. La ausencia de políticas públicas efectivas y de un sistema de derecho que garantice la justicia para las víctimas permite que individuos como Nazario Mercedes sigan actuando con total impunidad. Las instituciones, lejos de ser agentes activos en la lucha contra la violencia de género, parecen ser cómplices, al menos en su negligencia.

 

Pero el problema no termina en la esfera institucional. También se encuentra en la sociedad misma, en una cultura profundamente machista que sigue naturalizando la violencia contra las mujeres, convirtiéndolas en víctimas de un sistema que las ve como objetos desechables.

 

El caso de Mercedes, con sus seis asesinatos, un caso del crimen organizado o de “falta de evidencia”, es un grito de auxilio de una sociedad que aún no logra liberarse de los prejuicios patriarcales. La violencia contra la mujer está tan enraizada en nuestras estructuras culturales y familiares que a menudo se invisibiliza, y los feminicidios no se reconocen como el crimen sistemático que son, sino como “casos aislados” o tragedias personales que ocurren en el seno familiar.

 

La debilidad policial y la desprotección del Estado reflejan un problema mucho más profundo: la desintegración familiar, la falta de valores en el hogar y, sobre todo, la escasez de amor en el entorno familiar. En sociedades donde la figura masculina es vista como la autoridad suprema, las mujeres se convierten en víctimas de un sistema que las oprime físicamente y las empuja hacia la desesperación y el miedo constante.

 

El caso de Yessica Figueroa es una muestra más de cómo el amor y la compasión han sido reemplazados por la violencia, el control y el desprecio.

 

Es urgente que el Estado dominicano, la sociedad civil y las instituciones trabajen de manera conjunta para erradicar la violencia de género. Es fundamental crear espacios seguros para las mujeres, implementar políticas públicas más efectivas y garantizar que los feminicidas sean atrapados y castigados de manera ejemplar. La mujer no puede seguir siendo una víctima constante de un sistema que parece no ver ni escuchar su dolor, cuando hacen denuncias reiteradas y no son escuchadas en los departamentos de violencia y género.

 

La sociedad, los valores familiares, la seguridad pública y el sistema judicial tienen un trabajo enorme por hacer. La vida de las mujeres no puede seguir siendo tratada como algo descartable. Es hora de dejar de mirar hacia otro lado y empezar a construir un futuro en el que, finalmente, las mujeres puedan caminar libres y seguras, sin miedo a que su vida sea arrebatada por el odio y la misoginia.

 

La justicia, la igualdad y la protección de la mujer deben ser prioridades para una sociedad que se respete a sí misma.

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