Opinión

Danilo Medina, un brevísimo testimonio

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Por Apolinar Núñez.

Rep. Dom. -Me atrapó su visión totalizadora de los problemas que se enciman en los cielos y en los infiernos de nuestra amada patria, en las cuotas vergonzantes de nuestro subdesarrollo.

Me prendí de sus exploraciones sobre las diaridades que nos asedian, que pedalean miedos a sus vencimientos, pesimismos, abatimientos, escepticismos que asumen derrotismos con imágenes desgarrantes.

Me lo presentó Aura Toribio, una mujer armada de lindezas, idealidades y bonituras.

Desde que conocí a nuestro Danilo Medina una noche de abril, me impactó su capacidad para radiografiar nuestras falencias y las potencialidades para derruirlas y construir espacios novedosos, trascendentes.

En sus análisis nunca predominan las catalogaciones esquemáticas.
Prefiere abordar los cañamazos dramáticos de nuestra historia con una narrativa en la que la economía verbal se impone, se explaya con frescura.

Lo hice mío, cercano a mis apetencias existenciales, por su mesura al analizar nuestras infinitas permutaciones políticas y sociales con sus polémicos vínculos irracionales.
Me adherí a su apostolado laico, a su afán por encarar nuestros desamparos morales, reedificar nuestra nación sin fragores de hostilidades entre poderosos y miserables y hacerlo cada día más vivible sin violentos contrastes, sin monótonas conformidades con las tradiciones de los dirigentes criollos.

Lo he gozado cuando no ataca a sus adversarios con excitaciones sórdidas, cuando no propicia remordimientos estériles ni empuña embestidas contra sus compañeros de partido que no le ofertan simpatías.
Nunca exhibe burdos maniqueísmos con evocaciones briosas que encumbran las bondades reales o aparentes de los suyos y los rasgos perversos de sus oponentes.

Alcanzó el poder en el 2012. Y desde entonces ha mostrado un poderoso aliento creador. Se lanzó rápidamente con honda piedad humana y desconcertante audacia a cumplir sus promesas electorales que han provocado francas admiraciones con firmes ritmos ascendentes.

El danilismo no es una moda que pasa de moda. Después del próximo 15 de mayo lo veremos, dueño de una vigorosa intensidad vital, consignar modernidades, ampliar sus éxitos en todos los rincones de nuestra geografía. Y sus ofertas electorales se convertirán en realidades entusiasmantes con derroteros insospechados, que nos conducirán a un porvenir más cargado de dichas que de infortunios.

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