Por Editorial Camino.
Rep. Dom. -La familia es uno de los regalos más hermosos que Dios nos ha dado. En ella aprendemos a compartir, ser solidarios, a respetar a los demás y a conocer el amor fraterno. Los valores que aprendemos en el hogar, son la savia que alimenta el crecimiento integral en nuestro peregrinar por la tierra.
Sin embargo, la realidad actual nos presenta otro panorama. En los últimos años hemos visto cómo en nuestro país, en algunos segmentos de la población, este núcleo esencial de la sociedad se va debilitando, y las consecuencias son terribles. Así lo demuestra la cantidad de hechos trágicos en donde los protagonistas son hermanos, padres, hijos, esposos y esposas.
En la actualidad estamos observando que ante un crimen, los procesos investigativos, inicialmente apuntan hacia los familiares de la víctima, descubriéndose, para espanto de la ciudadanía, que los ejecutores del mismo fueron parientes muy cercanos.
¿Qué está pasando? ¿Hasta dónde llegará la degeneración de una parte del pueblo dominicano?
El afán de lucro y la búsqueda de dinero fácil nos están conduciendo por estos senderos infernales. Sin darnos cuenta nos están marchitando el futuro. Van haciendo de la patria una pesadilla.
Pero no hay espacios para lamentos. Asumamos el reto que nos desafía. No permitamos que la violencia invada todos nuestros espacios, y menos el de la familia. Los valores no se han perdido, es solo que algunos los han enterrado.
Autoridades y pueblo, tenemos la misión de impulsar una cultura de paz. Ante la criminalidad que nos envuelve, que prevalezca la ley, sin importar las condiciones sociales, políticas y económicas de quienes la violan.
Ánimo. El presente y el futuro nos pertenecen.