Opinión

Calígula, Nerón…

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Por Apolinar Núñez.

Rep. Dom. -Los extravagantes gastos de algunos dueños o ejecutivos de industrias financieras resaltan, hieren, provocan malestares, repugnancia entre accionistas, clientes o asociados.

Sus oficinas las equipan, las decoran con profusión de brillos, de oropeles para deslumbrar a incautos, a depositantes temerarios o tarados mentales o fronterizos.

Sus jefes se adhieren a escandilizantes sibaritismos, a viciosos despilfarros, a prodigalidades licenciosas, a vanidades irritantes que envidiarían Calígula, Nerón cualquier mafioso calabrés o algún purpurado amante de comportamientos no ortodoxos.

Algunas de esas entidades exhiben demasiadas fatuidades y petulancias y ni a sus dueños ni a sus ejecutivos les avergüenza el furor de los que les reclaman cautela, moderación, parquedad, temperancia, frugalidad.
Por nada abandonan su vivir arrogante, envanecido, lo cual coopera con los elevados costos operacionales de sus instituciones y ello ayuda a mantener tasas de interés tan poco atractivas para los que producen con tangibles transparencias.

Y todas esas ostentaciones y munificencias maleantes solo arrastran carencias de credibilidad en la banca, en los banqueros.

Y todos esos gastos superfluos no se contrarrestan con códigos ni con superintendencias ni con juntas, sino con moral, pudor, honor, austeridad, severidades cuáqueras o luteranas o conventuales.

Y eso no abunda entre ciertos señores enganchados a banqueros ilusionistas.

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