Por Editorial Semanario Camino.
Rep. Dom. -Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mí. Este versículo del libro del profeta Isaías nos va muy bien a los dominicanos, cuando vemos cómo en los últimos días la colocación del más reciente busto de Duarte, en la Plaza de la Bandera, ha generado muchas opiniones sobre su falta de parecido físico con la foto de Duarte que hemos conocido.
Creemos que Duarte estaría más feliz si las horas empleadas en estas discusiones sobre su rostro joven, adulto o anciano, las invirtiéramos en un trabajo permanente para construir un país en donde haya más transparencia en la Administración Pública, como él nos enseñó. A trabajar por crear una cultura de paz basada en la justicia. En erradicar los privilegios que permiten a ciertos sectores actuar como si estuvieran por encima de la Ley.
Duarte estaría orgulloso de ver cómo su obra se engrandece cada día con acciones que permitan tener un pueblo unido y feliz como él y sus compañeros de lucha lo soñaron.
Es mejor recordarlo haciendo nuestros sus ideales. Sin embargo, para algunos es más fácil vivir de apariencias y en una hipocresía permanente, pregonando las virtudes de Duarte, pero negándolas con su conducta, a nivel privado y público.
Imitemos a Duarte en su entrega y generosidad por la patria, como la vemos reflejada en uno de sus pensamientos: Si he vuelto a mi patria después de tantos años de ausencia, ha sido para servirla con alma, vida y corazón, siendo cual siempre fui, motivo de amor entre todos los verdaderos dominicanos, y jamás piedra de escándalo, ni manzana de la discordia.