Opinión

Soy ciudadano del amor

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Por Luis Córdova.

El título no es mío. Es la primera línea de una de las canciones más densas y reflexivas del cantautor cubano Silvio Rodríguez: “Juego que me regaló un 6 de enero”, del álbum “Silvio” (1992).

Aunque esta canción no habla propiamente del amor, ese que nos refieren por estas fechas, me parece oportuna esa visión de tenerle como una región a la que se llega por elección. A propósito de estos días de escarceos sentimentales y acechanza romántica, reaparecen espectros del pasado, llegan o se envían mensajes a quienes no se debe y el corazón, en su tarea favorita, duda sin tener en cuenta la edad.

Por más discurso en contra, el día de San Valentín altera la agenda: regalos y soledades, ilusiones y obligaciones. Cumplir con lo establecido y ser felices en un catorce de febrero.

En conversaciones dispersas, en esas tertulias infinitas a las que acostumbramos los caribeños, por lo general surge el tema y dos interrogantes agolpan decenas de tesis: por qué hay tanta gente “sola” y por qué el divorcio (no la separación), pasó de ser tragedia a algo tan cotidiano como el cambio de un semáforo.

Lo primero es un asunto de más de dos: Freud y sus fantasmas. La individualidad con la que fuimos formados y la transversalidad de una sociedad promoviendo lo “políticamente correcto”, en todos los órdenes, conllevaron mutilaciones del sentimiento: las locuras dejaron de estar permitidas, la conveniencia imperaba aún con más fuerza, a gente venida de “hogares disfuncionales”, monoparentales… en fin.

En esos diálogos con los solteros de segunda mano que son los divorciados, algunos se solapan en que sus uniones superaron el promedio de mortandad de las de su círculo de amigos o conocidos. La quiebra del “unido para siempre”, no es un tema de los dominicanos.

Son las parejas italianas las que a nivel global permanecen juntas por más tiempo, unos 18 a 15 años según el Instituto Nacional de Estadística Italiano (ISTAT), con una tasa de divorcio del 30,7%. Le sigue Canadá con 14 años y un 48% rompiendo su unión dice un informe de Statistics Canada. Francia, unos 13 años pero con el 55% es el porcentaje mayor que en la mayoría de las naciones europeas

En los Estados Unidos 8 años 2 meses promedia una tasa de divorcio del 41%, los neoyorquinos aguantan más tiempo y permanecen casados alrededor de 12 años y 2 meses. Los mexicanos con una tasa de 15% y unos 12 años.

Australia con parejas de 12 años (43%) tiene la particularidad que establece el Instituto Australiano de Estudios de la Familia, que las parejas cada vez se separan más rápido. La tasa de divorcios en Japón se ha disparado en las últimas décadas. La mayoría de los matrimonios no duran actualmente más de 11 años, según un censo nacional la tasa es del 36%.

Reino Unido y Sudáfrica apenas rebasan la década y las tasas son del 42% y 31%, respectivamente. En Sudáfrica los hombres se divorcian entre los 40 y los 44 años, mientras que las mujeres se deciden entre los 30 y los 35. Catar cierra el informe aparecido recientemente en la agencia de prensa internacional rusa RT con el dato de que 5 años y 5 meses y una tasa de divorcio del 38% es el mayor del levantamiento.

Aunque las estadísticas, tan frías como las relaciones que se lamentan de entregar corazón y juicio, revelan una nueva conjugación del amor, a pesar de esos pesares hay quienes creen en que amar es posible, penetrar esa latitud sin mapas ni brújulas que es el territorio del amor.

Entonces vuelvo a la canción de Silvio que me espera por más de una razón: “seguro estoy requete mal, debo sufrir algo extraño, pues ni la hiel ni el desengaño me dan canción de funeral”.

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