Por Luis Córdova.
Preferí dejar pasar unos días de esa mañana en la que muy temprano el poeta Andrés Acevedo me llamó para confirmar si era cierta la noticia. El medio del temor de que fuera verdad lo advirtió Luisa Rebecca cuando le pregunté. Todo cambiaba.
El hombre de cultura inmensa, tan gigante como su humildad, había emprendido un viaje sin retorno hacia la libertad. Así testimonió su esposa en las honras fúnebres, cuando relató el último diálogo con su hija Silvia.
Lo conocí lejos de las aulas, y qué bueno. La escuela que fundara estaba en las largas conversaciones recostado de las puertas abiertas de Casa de Arte, sentado en su atiborrada biblioteca, donde era imposible no encontrar ese autor que nos hacía falta conocer, que descubríamos con infantil asombro y que Carlos, o más bien Rocha, ya conocía.
Del tiempo de sus consejos venidos en bocanadas de humo de cigarrillo, de su penetrante mirada azul y el saludo siempre seguido de “¿qué estás leyendo?”.
Un intelectual sólido, con una impronta que le hará permanecer en los anaqueles de las principales fuentes bibliográficas del país y el Caribe, pero que también la hizo con amor y eso le aguarda un pedazo de la memoria del corazón.
Luego admiré al hombre familiar, al padre y finalmente al cristiano por convicción. En cada uno de ellos hay un hombre entregado, comprometido. Hablar de la historia de la cultura, de sus años en Cuba, venían con nostalgia cuando las tardes se hacían largas. Los cuestionamientos filosóficos y su vuelta a Dios, revestido de la esperanza de salvación, es un ejemplo para quienes se refugian en el ego y la soberbia queriendo ayuntar sus tristezas y soledades.
Ese gran dominicano que fue Carlos Fernández-Rocha, Licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra PUCMM (1970), realizó maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de California (1973) y quien por 48 años fue docente en su alma máter, donde ocupó además varias direcciones.
Como escritor publicó Aproximación al Insight Estético (1970) y coautor de Lecturas Dominicanas (1977), Cuentos y Poesías de Hispanoamérica (1983) y Este lado del país llamado el norte (1998). Su tesis de maestría sobre la obra del poeta popular Juan Antonio Alix se afirma que es un estudio fundamental sobre el vate y la evolución de la décima en el país.
Por largo tiempo recuerdo que despertaba cada sábado para leer la página que sobre crítica de cine mantenía junto a José D’ Laura en el periódico La Información.
Fue un fecundo crítico de cine, estudioso de las tradiciones folklóricas dominicanas.
De militante en la gestión cultural de su ciudad, dirigió la Sociedad Cultural Ateneo Amantes de la Luz, Casa de Arte, Inc. y ocupó la Casa de Cultura de Santiago de los Caballeros. Promotor y auspiciador del talento joven, se mantuvo en contacto permanente con el concurso de Cuento de Radio Santa María y los premios de la centenaria Alianza Cibaeña, Inc.
Algunos recordaran al profesor, otros al hombre de cine, al comentarista de televisión junto a Mayra Robles y otras figuras. Para el pastor Álvaro, don Carlos se convirtió en su hermano.
Existen tantas razones para agradecer a Carlos Fernández –Rocha, que sobre él, al igual que sus consejos, estaremos regresando siempre.