Opinión

Haití y la revolución inconclusa

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Por: Rafael A. Escotto

La revolución no es algo fijo de una ideología, ni algo de una década en particular. Es un proceso perpetuo incrustado en el espíritu humano. (Abbie Hoffman)

La actual crisis en Haití se origina en el hecho irrebatible de la rebelión de los negros de 1791-1804 que no se pudo completar y, a pesar de que históricamente se considera el primer movimiento de liberación de los esclavos en afro América liderada por Tussaint Louverture y Jean-Jacques Dessalines, los objetivos fundamentales no se cumplieron.

Aquel negro de temperamento titánico llamado Louverture que se levantó indómito de los azotes que dejaron cicatrices sobre su piel endurecida por el sol de las plantaciones, quedó como una reminiscencia o señal dolorosa de las barbaries de una capitanía opresora formada en un principio por blancos propietarios y más tarde, por mulatos libres a quienes los blancos les donaron grandes heredades.

La burguesía mulata y los blancos propietarios de grandes plantaciones de caña de azúcar y de café, educados bajo el llamado «Código negros«, una ley promulgada en la Francia de Luis XIV para reglamentar el comercio de esclavos, estos dos sectores con todas sus crueldades todavía permanecen golpeando la piel de la mayoría negra haitiana no emancipado de un sistema de esclavitud que quedó en aquella parte de la isla como una memoria de dominación procaz.

Para continuar su hegemonía esclavista, dolorosa y cruel, los mulatos y los blancos haitianos propietarios de plantaciones en Saint-Domingue (Haití) han contado históricamente con el apoyo imperial de Francia y Canadá, entre otras potencias.

El sistema de castas permanece intacto en Haití, con algunas variantes. Los multados en Haití son los remanentes de una brutalidad aprendida de sus progenitores blancos europeos que le confirieron grandes privilegios y son hoy los hijos empresarios de aquella ascendencia mulata.

En los negros haitianos de hoy ha quedado el espíritu indócil que siempre persiste después de haber vivido las experiencias acibaradas de la opresión, y, como expresara Hoffman, el carácter insurrecto «permanece incrustado en el espíritu humano« que suele mostrarse indoblegable en las almas que escuchan, en las oscuridad de la noche o en medio del crepúsculo, al malvado esclavista que ronda los barrancones y llega a sus oídos el sonido del foete.

El carácter insumiso de los negros haitianos actualmente está en el ADN de sus antepasados que desertaron a las montañas huyéndole al castigo de los blancos y de los mulatos afrancesados y una vez en la sierra se convirtieron en cimarrones. Además, creemos que la insurrección reciente en Haití es una consecuencia remisa de una revolución antiesclavista que quedó inconclusa.

El movimiento negro que lucha por su liberación siempre ha sido traicionado por sus propios hermanos de raza. El caso más reciente lo tenemos con el expresidente René Préval, quien habiendo surgido de un movimiento de izquierda negro desertó de sus intereses, como apareció en una publicación del periódico El País, de España.

El problema en la sociedad haitiana además de ser socioeconómico o una acentuación de la dicotomía empleo-desempleo, también es ideológico con una mezcla muy marcada de la existencia originaria de varias tribus africanas, con dialecto y hábitos culturales y alimenticios distintos.

Esta particularidad socio-antropológica y étnica trajo oculto en las bodegas de los barcos negreros un hombre y una mujer poseedora de grandes pesares y viejas desobediencias civiles que han continuado a lo largo y ancho de su vida social e histórica castigando psicológicamente a la mayoría negra haitiana.

La crisis actual en aquel país tiene su germen en esa mezcla de razas de la cual he hecho mención anteriormente y con el paso del tiempo podría agravarse si no aparece a tiempo un líder negro con el semblante de Toussaint Louverture, pero con la oratoria y la pasión de un José Francisco Pena Gómez, sin sus conocidas fragilidad como ser humano que fue.

Reitero, que la verdadera revolución antiesclavista en Haití todavía permanece como un proyecto político social y moralmente incompleto. Por eso, la crisis haitiana de hoy debe llevar a sus historiadores como Paul Joseph Batiste a reconsiderar, no la tesis de una «frontera libre« entre Haití y la República Dominicana, como sugirió recientemente este cronista y sociólogo haitiano residente en Canadá en una conferencia en Santiago de los Caballeros, sino un reagrupamiento alrededor de la idea original de Louverture dentro del propio Haití.

Creo que una fusión entre ambos países (Haití y República Dominicana) no es viable desde ningún punto de vista.

Me parece que la elite intelectual negra haitiana alineada en un momento con la izquierda representada por Préval, bajo cuya doctrina la mayoría negra votó, ha desertado del proyecto de Louverture y ha asumido lo que le parece más fácil, como es el proyecto de «frontera abierta«. Después que lea la obra «Un Haití dominicano: Tatuajes fantasmas y narrativas bilaterales (1994-2014)«, de la autoría de Alanna Lockward, le prometo a mis lectores escribir una análisis sobre esta tesis.

Mientras tanto, ratifico que el ala radical negra en Haití ha estado haciendo calentamiento para poner en movimiento el proyecto inconcluso revolucionario de liberación antiesclavista iniciado por Toussaqint Louvertur y Jean-Jacques Dessalines 1791 y 1804. Pero insisto, que esta rebelión todavía no cuenta con un líder de masa negro que pueda reunificar todas las fuerzas políticas dispersas, tanto dentro como fuera de ese país.

Pienso que es sumamente interesante que examinemos el desarrollo de las últimas protestas en Haití porque detrás de las mismas podrían presentarse algunas sorpresas de carácter político que sería conveniente considerar.

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