Opinión

Sangre nueva”: liderazgos emergentes y “hemopolítica”

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Por Luis Córdova.

Lo de “sangre nueva” lo han usado políticos de distintas latitudes cuando sus proyectos se estancan (caso del PRI mexicano) o de presidentes que se despiden del ejercicio aún queriendo permanecer en el cargo (como el caso de Barack Obama).

Pero el concepto es una incógnita en la hora actual dominicana desde que en la noche del pasado lunes el presidente de la República la mencionara en su discurso a la nación para comunicar su postura frente al debate nacional generado por una eventual reforma constitucional. Desde ese momento ha estado gravitando en las principales tendencias de redes sociales, en la boca de comentaristas y de apóstoles de noticieros. Todos tratando de explicar, sin arriesgarse demasiado, e inaugurando plaza en una especie de “hemopolitica”: explicar qué y cuáles implicaciones tiene la denominada “sangre nueva”.

En este ejercicio, auscultan los especialistas, en una tipificación aleatoria de cuál liderazgo contiene este tipo de sangre, proyectan las hemorragias en escenarios previsibles y dan esperanza a los famélicos de novedad prometiendo algunas transfusiones: unas cuantas pintas de la fórmula que en estos instantes se hace tan necesaria como urgente.

En un acto político a dos años de haber dejado el poder el expresidente Obama, pidió “sangre nueva” en la política estadounidense. Para muchos significó un llamamiento a la renovación de la clase política norteamericana, teniendo en cuenta que la edad promedio de los nuevos líderes demócratas de la Cámara de Representantes es de 70 años.

El debate provocado en enero de este año por el 44º presidente de los Estados Unidos, hizo que luego abordara el tema incorporando unos criterios de mayor rigor que el cronológico. Entonces el exmandatario aportó unas luces que pueden ayudar a los dominicanos empeñados en descifrar los códigos de este concepto: “necesitamos líderes con compromiso con la dignidad humana, que trabajen para por educar e inspirar a la siguiente generación de líderes para que tengan una base, la oportunidad de canalizar su asombrosa energía, pasión e imaginación para traer al mundo nuevas visiones, ideas y posibilidades”.

Los proyectos políticos que se desarrollan dentro de los partidos, surgen como expresión de la identidad colectiva que predomina su matrícula, es decir, las estructuras encargadas de promover, avalar o delegar su representación van a preferir siempre a alguien que se parezca a sí misma o al menos al aspiracional que tiene el imaginario de la mayoría como mejor opción para lograr el favor del voto en la sociedad.

Por eso las renovaciones se producen de manera constante, con padrones dinámicos, integrando, delegando y facilitando plazas. En ese sentido el dinamismo que genera la “sangre nueva” llega por una generación propia y no por una hemodiálisis o una transfusión.

Los requerimientos para tener fuerzas políticas que conecten con el electorado más allá de las expresiones convencionales, se están manifestando en el mundo y al parecer poco tienen que ver con la edad, los ejemplos de Modi en la India o de Trump o Sandres en Estados Unidos, convencen de que las candidaturas no son el pulso para construir o promover nuevas conexiones, las estructuras son las que deben ser renovadas, insufladas de cambio permanente.

Obvio que desde los octogenarios, los eternos jóvenes y los que viven con intensidad y responsabilidad cada edad, tienen espacio en el accionar político.

Por eso no puede verse esto como un análisis de coyuntura, de producir una o varias propuestas electorales. La pradera del provenir por lo regular se labra con viejos bueyes. Visto de otro modo, si se prefiriera propiciar espacios para justificar la concepción de un proyecto con la excusa de la novedad, corremos el riesgo de reproducir o imponer un sistema de casta consanguínea, etapa superada en la humanidad.

En esta “hemopolítica” se evidencia problemas plaquetarios, coagulación excesiva, anemia, leucemia… en lenguaje político llano se vive en los partidos del sistema inercia en las estructuras, ejemplos en la historia de nuestra democracia hemos tenido en cada generación.

Insuflar nuevas energías a lo interno primero, puede convencer y no imponer una “sangre nueva” a la que se aspire, en una sociedad que reclama, también, “sangre honesta”.

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