Por Luis Córdova.
Avanza el calendario y los candidatos que hace meses eran en proactivos en las calles y en las redes parecen pasmados. Ante el anunciado momento cumbre los sorprende la inercia.
Hace falta el pistoletazo de salida para la carrera electoral de las elecciones del 16 de febrero y las del 17 de mayo del venidero año, sin contar la que se proyecta como segura segunda vuelta que sería celebrada el 28 de junio de 2020.
La incertidumbre está en las calles, en los discursos, en las proyecciones. Los más avezados futurólogos de la política se confiesan confundidos. Por un lado tenemos los plazos de ley y los administrativos establecidos por la Junta Central Electoral, ambos rígidos y en el caso de los constitucionalizados fatales. El tiempo y el espacio han resultado precarios para las malquerencias y las demostraciones de acrobacias de algunos actores políticos: desdecirse, trasegar ideas, traficar lealtades, exponer ante terceros miserias humanas inconfesables.
El proselitismo no se ha detenido nunca. Asistimos a lo electoral lo mismo que la cotidiana esencia de actividades triviales. El político que va a misa no es un fiel creyente, su asistencia obedece a un plan para dejarse ver de la feligresía o acordar favores con el padre o el pastor. Igual sucede si va estadio de béisbol, por ejemplo. A ese nivel de descreimiento hemos llevado la política.
Por eso la reglamentación en la promoción electoral fue tan atacada cuando la enfermiza necesidad de “estar presente” o darse a conocer se vio amenazada con los límites de la publicidad.
Nadie tiene certeza hoy de que el proceso sea más equitativo, plural y diáfano, sostenida en las mutiladas legislaciones que promovían solucionar tantos problemas pero que han venido a generar tantos otros: la Ley Orgánica de Régimen Electoral (Ley 15-19) y la Ley de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos (Ley 33-18).
La incertidumbre se aprovecha como estrategia. Alguien debe beneficiarse de que a estas alturas nada esté definido. Las cartas están sobre la mesa y el tiempo corriendo. No hay vaticinio posible si aún no sabemos cuántas fuerzas políticas convergerán a las elecciones, si aún no sabemos si serán aceptados o no candidatos presidenciales a pesar de ser postulados por partidos políticos y su las alianzas se conformaran válidamente con los renunciantes de sus parcelas políticas originarias.
Así se auguran alianzas y bloques de insólitas convergencias. Los intereses que los dividieron hoy han de hacerlos coincidir. Mientras eso sucede recorren las calles aspirantes que no conocen sus plazas, se cuestionan sin respuestas estructuras zonales de partidos que no saben quiénes estarán en la boleta, y quedan pendientes alianzas que desafían el espacio, la lógica, el sentido.
La incertidumbre puede ser la estrategia pero no estoy seguro. ¿Paradoja?