La situación de pobreza en que viven millones de seres humanos en el mundo se eleva como un grito desgarrador hasta el cielo. Este hecho está provocando tensiones que se convierten en manifestaciones que llenan las calles de América Latina y otras latitudes. Las desigualdades sociales generan violencia. Hace falta tomar conciencia sobre este problema para buscar correctivos eficaces que eviten un mayor deterioro de las condiciones de vida de los empobrecidos.
Ya basta de tantos estudios y cumbres para analizar las causas de la pobreza. Lo que hace falta es actuar, ejecutando políticas sociales, no paliativos. Erradicar el clientelismo que embota la conciencia de los necesitados, y que se haga un manejo pulcro de los recursos del Estado, para invertirlos en obras que mejoren la situación de marginalidad en que viven.
El papa Francisco, con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres, que celebramos este domingo, nos recuerda: “Por un día dejemos atrás las estadísticas; los pobres no son números a los que se puede recurrir para alardear con obras y proyectos. Los pobres son personas a las que hay que ir a encontrar … ”
En nuestro país hay muchas personas que reflejan en sus rostros las consecuencias de la pobreza. Las encontramos en las calles, mendigando una limosna, enfermos mentales sin protección, campesinos olvidados y maltratados siendo empujados a un éxodo sin esperanza. Así no podemos continuar. La paz social es fruto de la justicia.