Por: Rafael A. Escotto.
A Braulio Rodríguez, Luis José Rodríguez Tejada y Piero Espinal Estévez.
El neoliberalismo económico es la zorra libre en el gallinero libre
Rosa Luxemburgo
Se está librando una batalla política fuera del campo de las ideas en América Latina. Es una guerra sucia, sin escrúpulos, que utiliza el sistema judicial como emboscada para lograr instalar en los países progresistas la teoría política económica del neoliberalismo que plantea el esquema capitalista bajo principios fundamentalista o de estricta adhesión a estas ideas.
Esta doctrina favorece la privatización de empresas y servicios que estaban en manos del sector público, bajo la premisa de que el sector privado es más eficiente. Es partidario de la reducción del gasto social, de propiciar la libre competencia de las grandes corporaciones y de debilitar y desintegrar los sindicatos.
Contrario al neoliberalismo, los progresistas promueven la filosofía que defiende las reformas sociales basadas en el progreso que garantiza los avances de la ciencia, la tecnología, el desarrollo económico y la organización social imprescindibles para el progreso de la condición humana. El progresismo pertenece a la era de la Ilustración en Europa.
En la era moderna un movimiento que se identifica como progresivo es «un movimiento social o político que tiene como objetivo representar los intereses de la gente común a través del cambio político y el apoyo de las acciones del gobierno», según el diccionario de inglés Oxford, consultado para este trabajo.
Con este artículo no pretendo erigirme en defensor de las políticas establecidas por el expresidente Evo Morales Ayma en Bolivia. Por supuesto, tampoco las rechazo, a sabiendas de que su contenido es esencialmente progresista. Mi deber como columnista independiente y escritor es colocarme lejos de mis emociones políticas para tratar de ser objetivo en mis razonamientos.
Según se comenta en los medios de comunicación nacional e internacional, la Fiscalía de La Paz, especializada en anticorrupción y legitimación de ganancias ilícitas, delitos aduaneros y tributarios, ha dictado una orden de aprehensión contra el expresidente de Bolivia Juan Evo Morales Ayma y otros acusados, por presunta comisión de sedición y terrorismo y financiamiento al terrorismo, respectivamente.
La decisión tomada en un congreso del Movimiento al Socialismo (MAS) se determinó por unanimidad nombrar al expresidente de Bolivia Evo Morales como jefe de campaña de cara a las nuevas elecciones programadas para el 2020. Esta decisión del MAS, partido liderado por Morales, podría poner la orden de arresto fuera de la trama judicial que se ha maquinado desde la presidencia títere de Jeanine Añez y compartes.
No cabe dudas que este hecho político trascendental de nombrar al depuesto presidente Evo Morales encargado de dirigir la campaña política en 2020, tratándose de un líder de amplias bases sociales, como Evo, disparó las alarmas desde La Paz, pasando por la ciudad de Cachemira, en el subcontinente de la India; Birmingham, en Londres, hasta Alaska. Por tanto, este hecho estimuló el poderoso cerebro de Supermán en el planeta Kryton y apareció la famosa orden de aprehensión.
Cuando examinamos lo que fue Bolivia antes de Evo Morales esta orden de detención me parece que carece de una sólida sustentación legal y moral, tratándose del gobierno que la ha emitido. Cuando leí el mandamiento de aprehensión y las justificaciones sobre la cual se basa, pensé que procedía del último rey de Roma, Tarquino el Soberbio, quien ejerció un gobierno despótico.
Pero cuando traté de confrontar la disposición con otras órdenes similares inmediatamente la asocié con viejas dictaduras bolivianas como la de Hugo Banzer Suárez o René Barrientos, cuyos gobiernos inventaban todas clases de emboscadas ilegitimas o figurativamente legales para justificar sus acciones antidemocráticas y luego confederarse con potencias extranjeras para asestarle un golpe al progresismo.
Una orden de arresto de esa naturaleza política no hubiese sido posible en una fiscalía de un gobierno que respete el estado de derecho democrático como el que presidió el abogado Hernando Siles Reyes, del Partido Republicano de Bolivia.
Los gobernantes que ejecutan en América Latina una agenda social, económica y política progresista están siendo sometidos a golpes de Estado judiciales que evidencian el estilo de aquel político infame conocido como el «Verdugo de Lyon», José Fouché.
Cuando la senadora Jeanine Añez irrumpió en la Cámara del Senado con una Biblia en sus manos y una caterva de militares y civiles en tumulto los asocié con aquellos demonios que organizaron la rebelión contra Dios.
Frente a las ideas falsas que estaban siendo enarboladas por la senadora Añez, quien llegó a la presidencia provisional de Bolivia por un azar, en una sesión del Senado donde no hubo quorum, el pueblo boliviano tendrá que recurrir a aquella exhortación que hizo el apóstol Pablo a su discípulo Timoteo invitándolo a que se protegiera de aquellos que estaban vendiendo las herejías y confundiendo al pueblo.
Una orden de detención para tener asidero jurídico tiene que sustentarse en una investigación imparcial hecha por una fiscalía compuesta por jueces de una integridad moral incuestionable, no por un gobierno de facto que ha roto todos los anhelos constitucionales y ocasionado, camino al poder, una matanza de ciudadanos inocentes, entre ellos indígenas apresados y encarcelados y torturados, otros tantos.
Si retrocedemos unos pasos hacia atrás vislumbramos en Bolivia con Jeanine Añez como presidenta provisional a otro gobernante traidor como Lenin Moreno, en Ecuador, comprometiendo la soberanía del Estado Plurinacional con empréstitos, o a un libertino como Michael Temer, quien terminó preso por corrupción de Estado en Brasil vinculado a la Lava Jato, o en último caso con un Piñera convertido en un presidente de Chile de peores hazañas criminales que Augusto Pinochet.
Hoy Bolivia, desafortunadamente, está siendo manejada desde el palacio Quemado por un grupo de forajidos quienes pretenden instaurar un gobierno militar y civil de horca y cuchillo, una combinación de fuerzas políticas de orígenes extraños basada en ideales o en un dogma adoptado para rellenar su laguna de ignorancia democrática sin límites, capaces de inventar, en su fantasías de capos políticos, cualquier cosa.
Dijo el escritor, articulista y profesor español Félix Ovejero que «el liberalismo se lleva mal con la democracia».
Si se analiza fríamente lo que ha sucedido en Bolivia en los últimos diez años no cabe duda que todos estaríamos de acuerdo con lo expresado por el consultor de gestión y educador estadounidense Peter Ferdinand Drucker, que la mejor manera de predecir el futuro es crearlo.
Leyendo al papa Francisco me he topado con una frase, la cual por su importancia la he incorporado a este artículo. Veamos si mis lectores pueden interpretar el contenido del mensaje: «La crisis económico-social y el consiguiente aumento de la pobreza tiene sus causas en políticas inspiradas en formas de neoliberalismo que consideran las ganancias y las leyes de mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad de las personas y de los pueblos».
Finalmente nos preguntamos: ¿En qué falló el expresidente Evo Morales que le produjo el golpe de Estado?
Por lo menos hubo tres escenarios políticos en los que el depuesto presidente de Bolivia aparentemente no supo jugar sus barajas y cometió errores emocionales y de inteligencia.
Las repuestas que le dejamos a nuestros lectores a resolver tienen el estilo de las películas de suspenso del influyente cineasta inglés Alfred Hitchcock. Creemos que la experiencia de Evo Morales le podría servir de enseñanza a los políticos de este lado del mundo.