Por Rafael A. Escotto
Los partidos de oposición —PRM, FP y sus aliados— quienes antes del problema electrónico de los equipos de votación en las elecciones ordinarias municipales suspendidas no tenían la posibilidad de ganar estas ni las elecciones presidenciales, hoy gracias a un sabotaje espectacular, al estilo de aquella película protagonizada por Arnold Schwarzenegger, enviados a acabar con la sede central de una importante red de narcotraficantes, en nuestro caso particular, guardando la distancia, la Junta Central Electoral.
Para llevar a cabo el sabotaje a los equipos de la Junta y luego denunciar que dicho acto terrorista fue aparentemente organizado por el Gobierno de Danilo Medina en contubernio con la Junta Central Electoral (JCE) del doctor Julio César Castaño Guzmán, se hicieron varias protestas en diferentes lugares al mismo tiempo, parecido a aquella teoría de guerra de guerrilla denominada foquismo, inspirada por el Che Guevara y por Regis Debray en 1970.
El objetivo de este estilo de teoría implementada por los partidos de oposición encabezado por la Fuerza del Pueblo (FP), está dirigido a tratar de hacer saltar del puesto al presidente Danilo Medina y por orden de consecuencia llevarse de paro al pleno de la JCE para cuya acción se cuenta -segun opinan algunos –, con la Organización de Estados Americanos (OEA), que entraría en acción con las protestas populares que justificarían su intervención supuestamente para preservar el estado democrático. Les recuerdo que –de cuerdo a opiniones consultadas –, entre el señor Luis Almagro, secretario general de la OEA, y el expresidente Leonel Fernández existe una amistad desde los tiempos que Leonel fue presidente doce años, relación que no se transmite necesariamente hacia el pueblo dominicano.
Habría que felicitar al expresidente Leonel Fernández, a sus estrategas políticos y, sobre todo, al doctor Roberto Rosario, expresidente de la Junta en todos los gobiernos del primero, por su capacidad de simulación y por lo que se sospecha de haber colocado discretamente en el sistema electoral un dispositivo —las protestas — que le abrieron las puertas para penetrar al PRM y sacar a Luis Abinader de su proyecto presidencialista y a Hipólito Mejía del escenario comicial y colocarse a la delantera de estos candidatos para los sufragios de 2020.
La intrepidez de Rosario y compartes en el affair de la Junta merece ser premiada como aquella película cómica estadounidense que llevó por título El intrépido Frank (1967), dirigida por Philip Kaufman y protagonizada por Jon Voight, Monique van Vooren y Joan Darling.
No cabe duda que el sabotaje a los equipos electrónicos de votación y posteriormente las protestas generalizadas son dos piezas de un mismo proyecto electoral inventadas y puestas en ejecución por una misma inteligencia o grupo de operarios políticos para desestabilizar el país, lo que justifica en esta campaña el refrán que dice: «A rio revuelto, ganancias de pescadores», que se traduce en que lógicamente hay más pesca cuando las aguas de un río están revueltas.
Luis Abinader no tiene ni la creatividad, el arrojo ni la osadía para componer una maniobra tan formidable, ni siquiera podían sus mediocres estrategas políticos idear una avería en el sistema electrónico de votos que desarticulara las elecciones municipales y diera paso a un golpe de Estado electoral al estilo de la película El golpe protagonizada por Robert Redford en el papel de Johnny Hookere y Paul Newman como Henry Gondorff.
Mucho menos podía este pensar que colocando a Carolina Mejía como candidata a la alcaldía del Distrito Nacional desactivaría a su padre Hipólito Mejía de cualquier postura a favor de la actual Junta. El expresidente Mejía está obligado por solidaridad con su hija a favorecer las protestas y a coincidir con Leonel Fernández.
Conociendo a Hipólito Mejía pienso que en el fuero interno del expresidente se le oye rezongando esta «alianza» forzada con su enemigo político, quien había instalado en el Palacio Nacional la corrupción de Estado más asombrosa de la historia política de América Latina y a quien el presidente Mejía perdonó al decir aquella frase que nos inculcaban nuestros padres y abuelos que a las mujeres «no se les toca ni con el pétalo de una rosa».
Un país como la República Dominicana que hacía tiempo que desenvolvía su vida tranquilamente, alguien inventó que había llegado el momento de estimular un levantamiento social que rompiera con esa relativa quietud. La FP, con Leonel Fernández a la cabeza, trabajó arduamente la idea de un sabotaje que afectara el sistema de votos y se culpara al Gobierno y al pleno de la junta del entorpecimiento de las elecciones municipales. Al parecer esta era la única fórmula que se podía pensar que proporcionaría las condiciones políticas y sociales para destruir a Danilo Medina, a la Junta y al PLD.
Leonel Fernández, a su salida del partido, intención que estuvo pensada desde 2015, salió de esa organización lleno de rencor contra Danilo porque aparentemente había sido este el culpable de haber interrumpido su continuación en el poder hasta el 2044 su régimen dinástico familiar y, como dijo el expresidente del PLD durante veinte años: «y después hablamos».
Nada de lo que pueda aparecer en las protestas pudieron haber sido fruto de la casualidad. Todo obedece a un plan para tratar de desestabilizar el país y crear un estado de desasosiego en la población que apuntara el dedo de la culpa sobre el Gobierno y esta siniestra idea repetida como una muletilla está siendo creída por una parte del pueblo ingenuo que se ha montado en la ola.
La oposición, fuera de La Fuerza del Pueblo, sabe que ni la Junta ni el Gobierno tuvieron nada que ver con la avería de los equipos electrónicos de votación. Que ese hecho fue orquestado desde afuera con el concurso de algunos empresarios del sector privado y de la sociedad civil a quienes les interesaba crear las condiciones políticas y sociales para alzarse otra vez con el santo y la limosna, o sea, llevarse lo propio y lo ajeno.
Los dueños del circo político —las protestas— movieron el sentir de una parte de los hijos de la clase media y media alta resentida obligados a la sumisión, las mismas clases que respaldaron la Marcha Verde y que están en los laboratorios políticos de la UASD para iniciar otro proyecto todavía más atrevido: una toma del Gobierno y del poder de la Junta, acciones que no están siendo respaldadas plenamente por las otras clases o por el pueblo que piensa.
El expresidente Fernández una vez salió del PLD se dispuso a aventar las velas de sus ambiciones políticas obsesivas de volver al poder y, sobre todo, de «enterrar» a Danilo Medina y para ello emprendió una campaña sistemática y agresiva de descréditos en los medios de comunicación contra su excompañero de partido, la cual debe terminar, según lo hubiese organizado Fouché, con el apresamiento del actual jefe de Estado acusándolo de corrupción y llevándolo a la guillotina acusado de traidor, como se hizo en Francia con el rey Luis XVI, el esposo de María Antonieta, siendo ejecutado el 27 de enero de 1793 en la plaza de la Revolución.
En esta oportunidad no aparecerá un presidente como Hipólito Mejía, quien como Robespierre, evite la ejecución o el encarcelamiento del presidente Danilo Medina, porque sería el propio Leonel Fernández quien activaría la guillotina en el parque La Lira de Santo Domingo, el lugar preferido de la extinta Marcha Verde.
Las protestas que se organizan a nivel nacional son tareas de campañas proselitistas para conseguir el voto que no había podido conseguir la oposición a favor de la candidatura de Luis Abinader y ahora de Leonel Fernández Reyna estimulando las emociones de los votantes potenciales al haber creado la oposición una crisis interna en todo el país. El descontento generalizado creado ex profeso daría lugar a desarticular las fuerzas vivas del partido en el poder, evitando que estas se reagrupen y no salgan a las calles del país a buscar sus votos.
Si todo esto llegara a consumarse el país lamentablemente habrá perdido un buen presidente, un gobernante que no fue comprendido por su pueblo y cuyas medidas económicas y sociales, la mayoría de carácter liberal, no fueron entendidas ni aceptadas por la oligarquía.
Pero como yo no estoy escribiendo este articulo en «la era de la razón» del filósofo y teórico anglo- estadounidense Thomas Paine, este nuevo trabajo no influirá ni en el PLD ni en el «sentido común» de la sociedad dominicana, que se ha dejado deslumbrar por los destellos de una personalidad enloquecida por el poder. Se me ocurre traer a este final una frase que aparece en la Biblia que dice que la suerte está en las manos de Dios, así como también el destino de este pueblo.
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