Por: Rafael A. Escotto.
A sus hijos y sobrinos. A Peggy Cabral. Al histórico Partido revolucionario Dominicano
Escribo desde el fondo de un mar azul lleno de perlas y de corales. Escribo desde una isla donde el sol es plateado y el cielo tiene el color índigo de la confianza y la fidelidad.
Escribo desde Loma del Flaco, entre zarzales frondosos y florecientes cafetales. Escribo a las altras corolas del cafetal.
Escribo a la mariposa de colores. Escribo al monte risueño en la falda de una loma. Escribo en marzo a un natalicio. Escribo desde Loma del Flaco a la ausencia que aún ahora es espejo reflejado en una tarde sin sentido.
Escribo de una ínsula donde se han formado lugares iguales a luces en el dia. Escribo desde la ciudad de los bellos atardeceres y mientras escribo observo el verdor del prado empapado con la presencia del rocio en madrugadas que cuentan el color verde del mar.
Escribo pensando en la ausencia borgiana.
Escribo a un natalicio que duró sesenta y un años regando inspiración y escribiendole poemas al alma. Escribo al buho para que vuelva a recorrer los árboles.
Escribo a las lágrimas a orillas de un camino largo de Loma del Flaco que converge en el océano. Escribo a las afligidas lluvias de mayo. Escribo entristecido viendo aquel mausoleo de un poeta bienaventurado.
Escribo desde un lugar sacramental debajo de un árbol de ciprés que se levanta vigilante junto a una tumba. Escribo con mis manos a la ausencia de un líder que rodea la isla.
Escribo una tarde que fueron nicho de su imágen fulgurante. Escribo desde la sombra de los bósques melancólicos de Loma del Flaco. Escribo desde la borrosidad del sol para no ver la ausencia triste del atardecer.
Escribo al misterio de las estrellas alumbrando el firmamento. Escribo al poeta fallecido.
Escribo a la lucidez. Escribo a la Luna que me mira, pero es otra que nunca fue tan grande.
Escribo a los espejos de Borjes. Al cristal impenetrable donde acaba y empieza, inhabitable, un imposible espacio de reflejos.
Escribo al espejo de Huidrobo, más profundo que el orbe donde todos los cisnes se ahogaron.
Escribo en una hermosa mañana en que se celebraba el entierro de un orador extraordinario. Escribo con la pluma de un Machado español con la sustancia del líder que ha de caer como rama que sobre las aguas flota antes de perderse, gota de mar, en la mar inmensa.
Escribo como Martí al alma de un poeta. Escribo frente al sol pálido. Escribo al pastor perdido de Pablo Neruda que creció su estartura poderosa.
Escribo en marzo a José Francisco Peña Gómez en su natalicio.