Por Editorial Periódico Católico
No puedo respirar. Este fue el clamor desesperado de George Floyd, el afroamericano que murió asfixiado a causa del maltrato criminal de que fue objeto por un policía blanco, mientras el detenido estaba en el suelo, y ya esposado.
Las imágenes de este hecho inhumano y cruel han dado la vuelta al mundo provocando una justa indignación.
Como ha dicho el Papa Francisco, el racismo es un pecado. Amigos míos no podemos tolerar ni hacer vista gorda ante el racismo y la exclusión de ninguna forma.
No puedo respirar, la expresión de Floyd que resuena en nuestra conciencia, también es el grito que sale del alma de tantos seres humanos de aquí y de allá, que viven asfixiados por las precarias condiciones sociales en que ven transcurrir sus días, faltos de alimentos, medicina, vivienda digna, agua y otros servicios básicos.
Esta forma de exclusión social debe terminar. No podemos continuar mirando desde las gradas de la indiferencia, estos signos de muerte.
Dejemos atrás el odio, porque como ha dicho el Sucesor de Pedro en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, de este año 2020: Con proclamas de odio no se teje la historia humana sino que se despoja al hombre de su dignidad.
Desde CAMINO, reclamamos que llegue la hora de cerrar las puertas a toda clase de manifestación racista. La humanidad debe dejar atrás esa actitud que nos envilece y se convierte en una vergüenza para todos.