Opinión

A 4 meses del cambio de mando, Danilo ignora          puentes de plata que le tiende Abinader

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Gobierno parece no estar enterado de  que debe entregar en 120 días 

 

Por Nelson Marte.

 

Cuando pasado mañana le queden a Danilo Medina 4 meses para entregar el poder, según todos los indicios al candidato presidencial de oposición, Luis Abinader, resulta extraño que el mandatario no parezca preparando el terreno para la tranquila transición a que debe dar lugar su descenso de las escalinatas del Palacio Nacional.

Precisamente Abinader, quien encabeza las encuestas para convertirse en el presidente dominicano número 56, ha mantenido un talante unitario y conciliador desde que irrumpiera  la crisis del Coronavirus país, trastornando todas las actividades  nacionales.

Cuando empezaron a expresarse los primeros asomos de la epidemia, Abinader propuso que sus embates fueran abordados por una gestión de unidad nacional.

Luego planteó  que el gobierno, los partidos políticos, el empresariado, las iglesias y la sociedad civil efectuaran una cumbre con la agenda de concertar  una estrategia dirigida a superar las emergencias de salud, económica y política que tiene por delante el país, pues antes del 16 de agosto debe celebrar elecciones congresuales y presidenciales.

En una actitud propia de las gestiones gubernamentales en países subdesarrollados como el nuestro, el gobierno del PLD no da señales de estarse organizando para la rendición de cuentas y la organización con que deben traspasar el elefantiásico estado que han administrado en los últimos 8 años.

Parecen no advertir que junto al manejo de la crisis, y precisamente por sus efectos, deben preparar con tiempo suficiente el traspaso de mando a un partido político diferente.

Ayer por ejemplo, el gobernador del Banco Central y el ministro de Hacienda anunciaron a la prensa que se disponen a reactivar la economía, como si no supieran  que Luis Abinader, Leonel Fernández, Guillermo Moreno, por la parte política, destacados representantes del empresariado y de otras actividades han abogado por estrategias unitarias para encargar el impacto de alta intensidad que deja el Coronavirus.

Relanzar por su cuenta una economía que ya estaba en rango de vulnerabilidad por el endeudamiento y los déficits fiscales, conforme advierten expertos, parece una afrenta en estos momentos.

Medina ha seguido el librito tradicional del poder continuista en República Dominicana,  y tras una larga espera que duró hasta el 22 de julio de 2019,  apenas 10 meses antes de las elecciones programadas para mayo de este año, terminó admitiendo a regañadientes, que no buscaría otra  reforma constitucional para quedarse en el poder por un tercer mandato.

Detrás dejaba una sostenida lucha encabezada por Luis Abinader y su antiguo álter ego y luego archirrival, Leonel Fernández, que resistieron el no bien disimulado continuismo de Medina hasta con movilizaciones en la calle, junto a otros sectores de oposición, de la sociedad civil y buena parte de las iglesias.

Fueron también notorias las presiones del gobierno de Estados Unidos, que terminaron con una admitida llamada del secretario de Estado, Mike Pompeo, comprometiendo a Danilo con el curso institucional del país.

Dejaba también atrás Danilo la división del partido que le dejó Juan Bosch a él y a Leonel, y la herencia de 8 años de una gestión con serios cuestionamientos sobre la legalidad y transparencia administrativa que lo ha perseguido incluso hasta las cuestionadas licitaciones y compras para atender las emergencias del Coronavirus.

Flotan en el pesado aire que respira el Presidente la paralización de la mayor parte de la actividad económica, la espectacular caída del turismo y el pronóstico del Banco Mundial de que a final de año la niña bonita del crecimiento económico cerrará en 0 (cero) en 2020, cuando en los últimos años estuvo promediando del 5 al 6%,

Ha de verse si el trance de un sistema de salud colapsado, parálisis de las escuelas, el comercio, restricciones al tránsito y el transporte, de la vida cotidiana, con el 95% de los 10 millones de dominicanos confinados en sus casas, sea un ambiente que tenga al presidente Medina cavilando en un insondable pesimismo, confusión e incapacidad de advertir la magnitud de los retos que le impone liderar las soluciones a la crisis, y organizar la transición, frente a un pueblo que sabrá superar el momento tan amargo y seguir viviendo.

Por suerte para él el espeso manto de la soledad del poder lo encuentra frente a un principal adversario político, Luis Abinader, tendiéndole puentes de plata, de  unidad y  concertación, propicios para ahorrarle al país otra etapa de la maldita herencia de crispación y turbulencia en que la ambición política y los desatinos con que nuestras clases dirigentes nos han embarcado.

 

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