Por: Editorial del Semanario Católico Camino
Rep. Dom. -La muerte de un ser humano nos causa tristeza y más cuando la misma es consecuencia de un linchamiento. Es horrible ver esta escena que está ocurriendo con frecuencia en nuestro país. Mirar a una multitud llena de odio y venganza, masacrando a una persona hasta hacerla morir, nos habla claramente del grado de salvajismo y deshumanización al que está llegando la sociedad dominicana .
La inseguridad ciudadana, y la falta de una justicia eficiente, jamás serán motivos para cometer esta barbarie.
Cómo se explica que una persona sea linchada en plena calle, olvidando sus verdugos el mandato divino: No Matarás. ¿Dónde está el Estado de derecho en que vivimos? La espiral de violencia se ha adueñado de un segmento importante de la población dominicana, trayendo como resultado estas acciones bochornosas y cavernarias.
Los que participan en estos actos sádicos tienen que ser sometidos a la Justicia y pagar por su culpa. Nada justifica quitarle la vida a otra persona; y menos cuando ésta se encuentra detenida y acorralada. Tenemos que respetar la ley que nos indica el camino a seguir cuando alguien ha delinquido.
Hacemos un llamado a las autoridades competentes para que tomen las medidas de lugar para frenar estos hechos vandálicos. Este circo de muerte no puede continuar. No nos corresponde tomar la justicia por nuestras propias manos. De continuar así, estaríamos retrocediendo en la historia.
Si algún creyente está participando en estos hechos salvajes, o se alegra y se hace indiferente por la ejecución de alguien que violó la ley, les recordamos el canto que dice: “Si yo no cubro al desnudo, y al ladrón lo quiero muerto, no soy digno de ti Señor”.