Por: Luis Córdova
Hace un tiempo algunos duendes descubrieron que en una vieja casona de la calle Benito Monción, podían ser sin sentirse juzgados.
El mundo, que todavía era ingenuo y cruel, no conocía de banderas y muchos de los “derechos” reclamados hoy como de extrema necesidad, eran los inimaginables escenarios de exterminio y separación que terminaron siendo.
Una noche llegó un tal Luis Terror Días, con su embriagada guitarra. Venía con uno que mil veces había burlado la bala gringa. Resucitado en su canto, otorgaba la mejor de las fórmulas para poder seguir viviendo: “no comer -a nadie- pendejadas”.
Liborio, el curandero de males con tragos de ron, el profeta que acertaba los inciertos futuros desde un presente brumoso y el guerrillero que 16 veces escapó de la muerte en batallas que buscaban la paz.
El hombre que supo aparecer y desaparecer, decidió cuando partir.
Hace unos días regresó a Casa de Arte, la casona de los duendes, Rafael Almánzar no olvidó que hace apenas cien años está de intermitente entre nosotros.
A Liborio lo siguen persiguiendo las tropas del olvido y la guerrilla de la ignorancia, Casa de Arte lo salvó, por lo menos una noche.
Me dicen que de fondo se escuchaba a algunos cantar:
Dicen que Liborio e’ muerto
Liborio no e’ muerto na’…
Lo que pasa con Liborio
E’ que еl no come pendejá