Opinión

Comunicación y manipulación

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Por: J. Luis Rojas

lrojas50@hotmail.com

 

En los ámbitos de la racionalidad, objetividad y de la intensión sana, lo más lógico y natural es creer que los contenidos de la comunicación social, comercial e institucional provengan de sucesos, historias, acontecimientos, situaciones, decisiones y conductas, siempre en el marco de la verdad. En términos llanos, lo ideal sería que las audiencias cautivas y potenciales recibiesen mensajes creíbles y objetivos de parte de las fuentes emisoras (empresas, agencias públicas, marcas corporativas y comerciales), mediante las diferentes modalidades comunicacionales: social, comercial, institucional y gubernamental.

Hoy, en gran medida, la falta de valores y principios éticos que caracterizan el pensar, el decidir, el actuar y el hablar de muchas empresas, entidades gubernamentales, marcas, así como de líderes pertenecientes a diversos ecosistemas, han facilitado que la brecha entre lo verdadero y lo falso sea cada vez más fina. En este contexto, a segmentos importantes de la gran audiencia, específicamente los de poca o ninguna capacidad crítica, se les hace casi imposible diferenciar la verdad de la mentira o separar la realidad de la ficción. Nunca como ahora, había sido tan fácil y efectivo manipular, controlar y cohesionar a las audiencias a través de las comunicaciones.

La mayoría del talento humano que gestiona las estrategias y actividades de las distintas modalidades comunicacionales (social, comercial, institucional y gubernamental), tanto dentro como fuera de las empresas, instituciones sociales, entidades gubernamentales y de las marcas, conocen a la perfección la bajísima capacidad crítica que poseen las audiencias que recibirán e interpretarán los mensajes que sirven de sustento a sus respectivas narrativas. Tomando como punto de referencia la realidad descrita, persuadir y manipular con mensajes estéticamente bien elaborados y difundidos estratégicamente en distintos canales, es, sin duda, una tarea fácil y efectiva para cualquier Dircom que dispone de los datos sustanciales con respecto a las audiencias que dirige sus mensajes.

En la nueva realidad, caracterizada por la inteligencia artificial, el big data, la robótica avanzada, entre otros elementos derivados de la cuarta revolución industrial, los responsables de planificar, ejecutar y controlar las estrategias y tácticas de comunicación, tienen a su alcance recursos y medios poderosísimos para conocer de arriba abajo a las comunidades de audiencias que verán, escucharán, leerán, comentarán y tomarán decisiones a partir de los mensajes o contenidos que ellos elaboran y difunden de manera sistemática a través del sistema mediático, constituido por medios análogos y plataformas digitales. La gestión malintencionada de la comunicación está facilitando que muchos ciudadanos tengan dificultad para diferenciar la realidad de la ficción, así como discernir entre verdad y mentira.

Para muestra un botón. No importa el día y la hora, desde el entorno gubernamental se emplean las más verisímiles estrategias y actividades de comunicación y marketing institucional, buscando con ellos crear y mantener una percepción favorable entre los ciudadanos, con respecto a logros, resultados, cifras, estadísticas y realidades que no siempre están acorde con la verdad. Nadie mejor que el entorno gubernamental conoce la forma de cómo piensan y actúan importantes segmentos de la población. La comunicación gubernamental al margen de los valores y principios éticos, solo sirve para mentir, distorsionar, cohesionar y manipular a los ciudadanos. Desde el ámbito gubernamental, lo ideal sería emplear la comunicación como medio para consolidar la institucionalidad y facilitar el dialogo entre gobernantes y gobernados.

Debería llamar la atención de las autoridades de Pro Consumidor, los que dirigen las Escuelas de Comunicación de las universidades y de las entidades que defienden los derechos ciudadanos, el hecho de que en República Dominicana, igual que en otros países donde lo que impera es el libre mercado, entiéndase las reglas y características del capitalismo salvaje, no existan mecanismos eficientes y creíbles que regulen y cuiden la calidad y veracidad de los mensajes o contenidos que permanentemente difunden las empresas y marcas a través de sus múltiples canales, con el propósito deliberado de persuadir, manipular e idiotizar a determinadas comunidades de audiencias. La comunicación de posverdad es el medio más efectivo que emplean muchos Dircom del sector corporativo dominicano, pretendiendo con ello encubrir actuaciones negativas derivadas de malas prácticas gerenciales y productivas, que llevan a cabo determinadas empresas y marcas de su entorno.

Cada vez son más las empresas y marcas dominicanas que emplean la comunicación como plataforma mediática para transmitir y posicionar atributos positivos, los que en el terreno de los hechos no poseen sus respectivos perfiles de imagen pública. Desde la lógica ética y profesional, los distintos tipos de comunicación: social, comercial, institucional y gubernamental, no deberían usarse para despertar falsas expectativas y crear entre las audiencias estados aspiracionales inalcanzables. Por lo general, los mensajes o contenidos de la comunicación interna y externa, provienen del quehacer ordinario y extraordinario de las empresas, instituciones y marcas. Este enfoque estratégico de la comunicación garantiza sinergia entre el hacer y el decir.

Por ejemplo, en el mercado financiero dominicano, hay un banco que emplea la comunicación comercial e institucional para hacerles crear a sus clientes cautivos y potenciales que ellos son los mejores en la prestación de servicio. En cambio, los primeros en cuestionar la veracidad de dicho mensaje, son sus propios colaboradores que trabajan en el ecosistema de servicio. Para que las estrategias y actividades de comunicación sean creíbles y añadan valor a la reputación y al permiso social de las organizaciones y marcas, es esencial que los contenidos de la narrativa respondan a la verdad de los hechos.  Son escasos los Dircom de las empresas, instituciones y marcas de RD, que suelen usar la comunicación como medio para educar, orientar y concienciar a sus audiencias.

Hasta los chinos de Bonao saben que los contenidos de la comunicación comercial e institucional que emplean determinadas empresas, instituciones y marcas, solo sirven para manipular, persuadir y mentirles a las audiencias. Por ejemplo: el Sistema Dominicano de Seguridad Social (SDSS), la Superintendencia de Pensiones (SIPEN), Asociación Dominicana de Administradoras de Fondos de Pensiones (ADAFP), Asociación Dominicana de Administradoras de Riesgos de Salud (ADARS), la Barrick Pueblo Viejo, Falconbridge Dominicana (Falcondo), Confederación Patronal de la República Dominicana (COPARDOM), Dirección General de la Policía Nacional, así como la mayoría de los incumbentes de las agencias públicas y los líderes de las organizaciones políticas. En resumidas cuentas, todos emplean la comunicación social, comercial, institucional y gubernamental para transmitirles mentiras disfrazadas de verdades a las audiencias.

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