Conecta contigo mismo – amor propio

Por:  Luis Felipe Valencia Naranjo

Un hombre amante de la vida y enamorado de sí mismo

El ser humano pasa por diferentes etapas de la vida, siendo bebé, niño, adolescente, experimentando costumbre, situaciones e historias que lo han ido formando en el adulto de hoy. Con ese paso del tiempo, aprendemos a amar a todo nuestro entorno, en especial a los miembros más cercanos de nuestra familia, amigos y hasta personas que apenas conocemos. Nos dedicamos y somos responsables por su bienestar actuando en beneficio de su felicidad. Entregamos a diario nuestro tesoro más preciado y limitado como lo es el tiempo, les brindamos nuestra atención cada día, vivimos para complacerle con palabras, detalles y momentos de calidad de vida que nos hacen sentir realizados cada día.

De niños aprendimos amar inocentemente, a vivir en un mundo de fantasía donde todo es perfecto, donde la única dificultad que se nos presentaba era el no poder ir a jugar. Aprendimos amar a nuestros juguetes, amábamos los paseos con papa y mama, amamos los cumpleaños más que otras cosas, amamos los recreos en la escuela o el viernes al irnos de fin de semana y ni que decir cuando nuestro año escolar terminaba.

Con el paso de los años nuestras prioridades se fueron actualizando y nuestra felicidad ya no era suficiente con lo que teníamos de niño, a la medida, fuimos desarrollando otras habilidades que la sociedad nos transmite a diario. Con el tiempo, nos olvidamos de nuestro cuerpo, palabras, promesas, sueños, sentimientos, responsabilidades y el cumplimiento con lo que me proponía cada día. Con el pasar de los días nos olvidamos de ser libre, omitimos la posibilidad de elegir, de decir que no puedo, no me gusta y, por el contrario, nos dedicamos a complacer las necesidades de nuestro entorno, nos volvimos dependientes de una sociedad consumista que de lo único que se ocupa es de vivir de las apariencias, de lucir bien, de estar a la moda, de tener los últimos avances tecnológicos, de vivir para que otros se sientan bien a costa de nuestros sacrificios.

Argumentando este tema, querido lector, quiero decirte que te olvides de todo lo que acabas de leer y te enfoques a evitar la complacencia que le brindas a la sociedad, con esto no te quiero decir que dejes de amar todo lo que tienes y existe en tu vida, pero si quiero recordarte que primeramente tienes que amarte, para que puedas amar a otros. Respétate a ti mismo, cuida tu vida, valora tu tiempo, cumple con tus acuerdos, predica con tu palabra, completa tus objetivos, evita el engañarte a ti prometiéndote cosas que sabes que no puedes cumplir, omite la palabra yo no puedo, no tengo tiempo, lo haré luego, mañana: El mismo tiempo “ahora” puede ser muy tarde; no sabemos si tendremos el momento para hacer aquello que decidimos posponer una vez más. Utiliza el valor del reconocimiento para decirle a esa persona que tanto quieres “Yo te reconozco y te valoro por:” Ser tan importante, honesta, trabajadora, correcta, amorosa, responsable, dedicada, y todo lo bonito que le puedas decir y agradecer por estar ahí a tu lado.

Amate a ti, comenta contigo mismo cuál importante, valioso, amoroso, dedicado, honesto, responsable eres, conecta contigo mismo. Date una cita especial en un lugar hermoso, sereno y entra en intimidad con tu ser, habla y dile lo que no te gusta de ti, pero también resalta lo que amas en ti. Mírate al espejo y dile a esa persona que vez que eres demasiado importante, que tu valor es infinito como para no ponerte en primer lugar, que tienes una única vida y un único cuerpo para ser feliz, dale gracias a ese ser especial y divino en que tú crees por la posibilidad de estar aquí en el ahora, no existe otro momento tan especial, como el que estás viviendo en este instante.

Aprovecha tu tiempo, que es limitado y no se detiene jamás. Cada instante que pasa en tu vida, es una oportunidad menos para vivir y ser feliz.