
Por: Rafael a. Escotto.
Hay nervisismo en el sistema político mundial y los mercados en el capitalismo salvaje e inmisericorde triplican su riqueza a través de la especulación de los precios de los productos de consumo masivo y han subido por igual de valor las mascarillas, los guantes, las medicinas para la presión arterial, para las infecciones gripales y el asma bronquial.
Estos estados espirituales de desasociego, por una parte y las usuras por otro, combinados con las hostilidades políticas llevadas a los medios de comunicación, se le achacan a la pandemia del coronavirus y se pretende culpar a los gobiernos por hacer su trabajo con lo poco o lo mucho que tienen para enfrentar la epidemia tomando medidas que molestan a algunos grupos de personas que se sienten privilegiados, para evitar su expansión y el contagio mayor.
El comercio en general durante esta crisis que afecta terriblemente la salud de millones de seres humanos ha sido el sector que más beneficios le ha sacado al coronavirus, sobre todo, el sector de los alimentos y de las medicinas (famacias, supermercados y afines).
Los políticos de oposción por su parte se afanan por encontrar espacios a sus acciones para ganar proselitismo dentro de las dificultades creadas por el Covid-19 y los gobiernos, por su parte, hacen lo que pueden, sin embargo, son acusados por la oposición de no hacer lo suficiente para contrarrestar los efectos mortales de la pandemia. Todos estos dimes y diretes apuntan al activismo politico para ganar simpatias en medio de la peste.
Si el Gobierno toma la decisión de ofrecer alimento a la población más pobre y en estado de indigencia, la oposición critica que la medida no es suficiente e inmediatamente aparece una contrapropuesta sugiriendo que se amplie la cobertura a otros sectores.
Todas estas sugerencias son verbales o escritas en la arena. Pero lo que se pretende con esta técnica es que alguien se haga eco y crea que lo que se dice o se escribe es un cheque al portador. Dijo la diarista alemana-holandeza-judia, nacida en Alemania, autora del Diario de la joven muchacha (The Diary of a young girl) Ana Frank: «Que construir castillo de arena en el aire es una cosa tan terrible de hacer, siempre y cuando no te tomen demasiado en serio.»
La pandemia tomó a muchos gobiernos de sorpresa y, naturalmente, los sistemas de salubridad públicos se revelaron débiles, incapaces de soportar una epidemia tan agresiva como ha sido el coronavirus para el mundo, impactaron sus estructuras. Nadie, al parecer, estaba preparado, ni logísticamente ni tampoco con los equipamiento médico-asistenciales para conbatir este mal tan terrible y tan solapado.
A lo mejor –supongo yo, si estoy equivocado que alguien me corrija— los partidos de oposición en el universo en que se mueven los intereses políticos estaban sobre avisados de la llegada del coronavirus y no informaron a tiempo a la población, a sus seguidores ni mucho menos a los gobiernos notificándole lo que ellos talvez conocian que una epidermia de esa envergadura estaba en camino.
Ningún gobernante sobre la Tierra, por muy poderoso que se crea, tiene la condición especial que le fue dada a Nostradamos ni mucho menos la de aquel tebano, hijo de Everes y de la náyade Cando, llamado Teresias, quien era ciego y apareció ante Odiseo durante el sacrificio. Fue precisamente Tiresias quien en sus «revelaciones conducirán a Edipo a descubrir el misterio que rodeaba su nacimiento y sus involuntarios crímenes.» Teresias aparece en la obra Metasmorfosis, del poeta latino Ovidio y también en Edipo rey, de Sófocles.
En definitiva, durante la embestida mortal del coronavirus quienes salieron con la mejor parte fueron los comerciantes y los dueños de farmacias. Los Gobiernos y los ciudadanos fueron las victimas de la epidemia. Los sectores de oposición politica tratan de sacarle ventajas a la peste y no hayan, ni aqui ni allá, de qué manera hacerlo porque su producto es vivir del cuento. Naturalmente, gobiernos y oposición cada cual tiene su forma de engañar al pueblo.


