Por: Editorial del Semanario Católico Camino.
No amemos de palabra sino de obra. Así comienza el mensaje del Papa Francisco con motivo de la Primera Jornada Mundial de los Pobres, que celebramos el pasado domingo 19. Esta iniciativa manifiesta la constante preocupación del Santo Padre por las condiciones infrahumanas en que viven millones de seres humanos. Es una manera de sensibilizarnos sobre esta realidad a la cual muchos ven de forma indiferente, y hasta normal.
El Sucesor de Pedro nos advierte de que “no pensemos solo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia”.
La lucha contra la pobreza conlleva una entrega sin descanso para atacar las raíces que la provocan. De ahí lo perjudicial que resulta para una sociedad que la corrupción en la administración pública se convierta en una acción rutinaria, impidiendo que los recursos dilapidados lleguen al Estado para que sean destinados a resolver las necesidades esenciales de nuestra gente.
“Si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación”, dice el Papa.
El es contundente cuando proclama, “hoy en día, desafortunadamente, mientras emerge cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañadas de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera”.
Nos pide que reaccionemos frente a la cultura del descarte y del derroche haciendo nuestra la cultura del encuentro.
Escuchemos su voz y no permitamos que a nuestro lado alguien viva en condiciones deplorables cuando podemos remediar su situación.