Opinión

De gallineros, trabas y gallos problemáticos

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Por: Luis Córdova

En la tradición política dominicana los gallos han tenido una preeminencia sobre toda la fauna. En el país que fuimos en el siglo diecinueve cada pueblo tenía una gallera y los políticos se congregaron allí para promoverse; no fue fortuito que los inicios del siglo siguiente Los Bolos de Juan Isidro Jimenes y Los Coludos de Horacio Vásquez polarizaron la política y fue el símbolo del gallo más poderoso que el color: el azul de los jimenistas y el rojo de los horacistas.

¿Por qué la figura del gallo en la política dominicana? Por su analogía con el caudillo, porque el gallo es uno en el territorio que marca, no acepta competencia, pelea hasta la muerte por la determinación de su espacio que no comparte con otro macho: un gallo por gallinero.

Esto hizo que todo sea referido al gallo, lo de culpar por el desempeño en el redondel electoral al gallinero es nuevo, no se recuerda atribuir yerros ni siquiera a la traba.

Lo decimos porque el peledeísta Abel Martínez, en una entrevista reciente, optó por esta metáfora para decir mucho con poco. Su intención fue repartir la carga de la culpa del desempeño electoral del PLD en el pasado proceso y no cargarla toda. Su preocupación es la opinión más allá de las puntas de la estrella amarilla, pues ese tema debió ser debatido a lo interno y en el marco del recién culminado Congreso Reinaldo Pared Pérez, el décimo en su historia y el cual llevaba el pretencioso lema de “Fortalecer al Partido para defender al Pueblo”.

El término “gallinero”, en el argot popular, es empleado para denominar desorden o caos. Ojo con esto, una realidad es la que vemos y otra la que aprecia un candidato presidencial, en ese sentido solo él podrá responder ¿por qué aspirar a ser gallo en un gallinero caótico que le hizo perder? ¿Cuáles cosas han cambiado de mayo 2024 a marzo 2025?

De lo dicho por sus principales líderes el PLD todavía no parece comprender las causas que lo llevaron a firmar en abril de 2015 “El pacto de Juan Dolio”, aquel que dejó impune el “atraco” que denunció a medias Ventura Camejo y del que no supimos nunca quién fue víctima y quién victimario. Absortos les sobrevivo el brumario de 2019, cuando Leonel Fernández, entonces presidente del partido y aspirante a la nominación presidencial, comunicó lo que todos vaticinaban, pero pocos creían probable. El pánico sucumbió en las mentes sensatas (que las hubo), pero la embriaguez de poder pudo más, “nunca pensé que el PLD perdería” (confesó Danilo Medina tras la resaca del proceso).

Su principal problema fue negar los problemas. No fueron las renuncias, sino que lo hacían para accionar en contra. Hoy, como en el pasado, no se trata de tener o no candidato, que sea bueno o malo, el desafío es enamorar a un electorado que se cansó de la marca y motivar unos operadores políticos que se “acomodaron”, como dijo su actual presidente.

El reto es quién puede insuflar nuevos aires, construir un liderazgo viable. Deben encontrar un líder (un gallo) que sea capaz de ganar, no solo de pelear. Que motive y arrebate apuestas desde las gradas.

El camino es de pactos y alianzas sinceras hacia lo interno, no de contar votos o de inventariar adherencias y traiciones. De obviar esto y ante la puesta en escena de un gallo problemático, el gallinero, frente a la agonía de las encuestas, repetirá fatalmente el coro del icónico tema del Conjunto Clásico: “Faisán sácame este gallo que está picando en el gallinero”.

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