Por: Rafael A. Escotto
En uno de los pueblos más renombrados por su participación en los acontecimientos de la Restauración y posterior a ella, me refiero a Santiago Rodriguez, aconteció una vez en el mercado o plaza comercial de aquel lugar la presencia de un comerciante llamado Penco.
Penco nunca cobró por la publicidad de su nombre o apelativo. Adelantándose al tiempo, fue el primero, talvéz, en saber valorar el servicio al cliente. Conversaba con la gente, la escuchaba y a partir de la 1973 terminaba animándola políticamente.
Penco era miembro de una prominente familia de comerciantes procedente de Pata de Vaca. La familia Jiménez era mayoritaria en el mercado de Sabaneta, y uno de los hermanos del Penco, Mérido Jiménez estaba entre los tres principales almacenistas de la región.
Casi en un abrir y cerrar los ojos se cruzaba el rio Yaguajal, se caminaba La Sabana y se llegaba de Pata de Vaca al mercado ubicado en el centro de la ciudad.
Si Santa Evita era Santa Evita en Buenos Aires, guardando la distancia, en el mercado de Sabaneta Penco era Penco.
En aquellos dias para la gente de Arroyo Blanco que iba a la plaza, Penco era Penco y para los moradores de San José, Zamba y los Tomines, Penco era Penco. Pero para los ojos de las mujeres pequeñas y grande de Villa Los Almacigos y Juán Becerro, Penco era Penco.
No está de más decir, que cuando Fefita la Grande iba con su madre o su hermana a la feria del sabado, si pasaban por donde Penco, Fefita era pequeña. Pero cómo olvidar que cuando Fefita le tocó el primer merengue a Balaguer, al lado de la casa del prominente dirigente reformista don Ciriaco Villalona, un hombre sincero y decente, ya Penco era Penco.
Aquel Penco se convirtió en una referencia, como la oficina del correo, como la gobernación y el Ayutamiento.
En medio de la fuerte situación politica del país, en 1973 Juán Bosch hace una dura critica y se fue del PRD y fundó el PLD. A partir de entonces Penco se convirtió en un animador boschista y Junto con Dioscórides Espinal, fueron los primeros en distribuir en el mercado público el periódico Vanguardia del pueblo.
Penco, entre los pequeños era grande y entre los grandes era Penco. Cuando Penco se colocaba frente a la balanza o al peso para responder al pedido o compra de un cliente, era Penco. Sin publicitas detrás, sin mercadólogo tan escasos para la época, Penco era Penco.
Y cuando don Andrés Dauhjare era un comerciante de ideas conservadoras en Santo Domingo, ya Penco era un comerciante liberal en el centro del noroeste del país, ya Penco era Penco. Y cuando inauguraron el aeropuerto Maria Montéz en Barahona, ya Penco era Penco.
Cuando los galleros y traberos iban al comercio de Penco a comprar maíz y una ama de casa pedia dos libras de habichelas, Penco era Penco. Y cuando Rosita preparaba los domingos el primer café en las afueras de la gallera, ya Penco era Penco.
En aquel entonces Rodolfo Sheffer, en La Joya de Santiago Rodriguez, era uno de los comerciantes alemanes principales del país, pero ya Penco era Penco. Y cuando don Ciano Torres era un comerciante conocido, ya Penco era Penco.
Cuando Haina era la Meca, un grupo de riferos o rifas de aguante se fue de Santiago Rodriguez a aquel pueblo a ganar dinero, ya Penco era Penco. Y cuando los banqueros de hoy no tenian nombres ni zapatos, ya Penco era Penco.
El referente de Penco era tan fuerte que cuando en el play de Santiago Rodriguez daban un hit o un extra bases, ya Penco era Penco. Y entre la efervecencia de las Aguilas y Licey, cuando las Aguilas eran Las Aguilas, ya Penco era Penco.
Cuando mataron al catorcita Francisco Bueno y fusilaron en Las Manaclas la guerrilla de 1963, ya Penco era Penco.
Y cuando bachilleres tuvieron la libertad de leer algunos cuentos de Juan Bosch y recibir docencia de varios especialistas en la Universidad Catolica Madre y Maestra, ya Penco era Penco.
Y cuando la Banda colorada hacia estragos en las principales ciudades del país y Balaguer designó a Ney Nivar en la jefatura de la Policia con la misión de destruir lo que le pertenecia al gobierno, ya Penco era Penco.
Y cuando el Frente Patriótico sorprendio el pais, ya Penco era Penco. Cuando Caminero hizo la primera encuesta en un país de mansos y cimarrones, ya Penco era Penco. Y cuando Luis Rojas Durán escribia en Nueva York «A una pulgada de la muerte», ya Penco era Penco.
Y cuando Alberto Amengual era de los princiales entrevistadores del pais, ya Penco era Penco. Y cuando Ornes vendió a Teleantillas, ya Penco era Penco. Y cuando el periódico El Caribe era una escuela demarcada del gremialismo, y publicado en páginas grandes (estandar), ya Penco era Penco.
Y cuando los obispos y unos caballeros quitaron la hostia del triunfo a Majulta, ya Penco era Penco.
Y cuando la sucursal de La Manicera tuvo su apogeo en Santiago Rodriguez y llegabn a la ciudad decenas de camiones europeos y americanos, ya Penco era Penco.
Y para las contradicciones e intereses de las elecciones de 1990 y 1994, ya Penco era Penco. Y para los dias del juicio del expresidente Salvador Jorge Blanco y la presencia del Juez Severino en la judicatura, ya Penco era Penco.
Y cuando el autor de este artículo regresó desde los Estados Unidos prestado del Departamento de Transportación (Antiguo Obras Públicas) del Estado de Nueva York como especialista dominico-estadounidense en materia de administración y organiación portuaria a realizar un trabajo de asesoría en favor de la Autoridad Portuaria Dominicana, distante de los puertos, ya Penco era Penco.
De regreso a Santiago Rodriguez, cuando el profesor Jorge Echavarría explicaba Algebra con tanta seguridad y destreza y Lorenzo Rodriguez matemáticas, ya Penco era Penco. Además, cuando Negrito Abinader era algebraico reconocido en Santiago de los Caballeros, ya Penco era Penco.
Y cuando Reynaldo Rodriguez era corresponsal de Mundo Noticias en Sabaneta, y Luis A. Gómez de Radio Clarín, ya Penco era Penco. Y cuando Luis José Rodríguez era corresponsal de Radio Mil Informándo y El Nacional, ya Penco era Penco.
Y cuando cayeron los precios del Azúcar en el mercado internacional, Haina dejó de ser aquel centro económico y la Egida no tenia sentido, ya Penco era Penco.
Y cuando Zuco barria las calles del pueblo de Sabaneta y alguna gente contaba anecdota del general Alcántara, ya Penco era Penco.
Y cuando Dario Gómez se juramentó en el Congreso Nacional como senador de la Provincia Santiago Rodriguez, sin pensar en la trampa y asecho de la extraña muerte, ya Penco era Penco.
Y cuando el padre Jaime dio la última misa en latin en la iglesia de Sabaneta, era el mismo sacerdote español que transportó en un jeep Land Rover y entregó con carácter pidiendo garantias a los sobrevivientes de Manaclas, el pueblo de Santiago Rodríguez valientemente bloqueó la fortaleza. Aquel dia, ya Penco era Penco.