Opinión

Divisas envenenadas

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Por Editorial Camino.

Rep. Dom. -Lo peor que le puede pasar a nuestro país es que nos presenten ante el mundo como un paraíso sexual, en donde todo se compra y se vende, incluyendo la dignidad de nuestros hijos e hijas.

Somos un pueblo hospitalario y acogedor. Tenemos una naturaleza llena de belleza. Montañas con una vegetación preciosa. Ríos que cantan en su tránsito hacia el mar. Playas que exhiben ante el mundo sus aguas cristalinas. Disfrutamos de un clima envidiable. Estas, y otras más, son las razones por las cuales el visitante que llega quisiera permanecer aquí para siempre. Estos son los atributos que se deben promocionar en el exterior, para seguir atrayendo nuevos visitantes.

Por eso nos duele que existan turistas que al llegar a esta tierra querida, piensen que con sus dólares o euros, pueden convertir nuestros lugares de esparcimiento en burdeles. El turismo sexual es perverso. Corrompe a nuestros adolescentes, haciendo de ellos objetos desechables, marchitando su presente y encarcelando su futuro. “Ningún pueblo ser libre merece, si es esclavo, indolente y servil” dice nuestro Himno Nacional.

Queremos, y apreciamos un turismo sano. Ese que enriquece la cultura de nuestros pueblos y nos permite crear puentes de amistad.

Esperamos que nuestras autoridades sigan vigilantes, y aplicando la ley a quienes vienen a nuestro suelo pensando que llegaron a Sodoma y Gomorra.
Como dice el mensaje para la Jornada Mundial del Turismo 2017 “El turismo puede ser un instrumento importante para el creci­miento y para la lucha contra la pobreza. Según la Doctrina Social de la Iglesia, el auténtico desarrollo, no se reduce al simple crecimiento económico”.

Un turismo que envilece y destruye la dignidad del ser humano, no lo queremos, porque sus divisas nos envenenan.

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