Opinión

¿Dónde están los gritos de guerra?

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Por: Luis Córdova

 

Según la tradición, no dejar pasar un momento en política, va ligado a saber qué decir cuando las circunstancias son a favor o cuando lo que se debe decir es más conveniente que el silencio.

En nuestro país se hace y se opina política de lo que se escucha. No se lee, en parte, porque el político no se ocupa de producir escritos sobre lo que opina o cree, incluso es escasa la compilación de discursos; son excepcionales los periodistas que aportan a la bibliografía algún título en formato de libro, a lo sumo reportes periodísticos de unas cuantas cuarticas que van a parar, por lo regular, a los mismos lectores.

Por eso y porque además de apasionarnos el tema, al menos a las generaciones más adultas, se opina de oídas de absolutamente todo y partimos de impresiones sobre lo dicho y lo que dejó de decirse. No por suerte es aun hoy una tentación para los actores electorales de nuevo cuño,  el legendario movimiento “Lo que diga Balaguer”, creado por un verdadero caballero, don Alfredo Mota Ruiz.

Por esas razones uno se pregunta: ¿dónde están los gritos de guerra?

En las últimas semanas dos momentos importantes han dejado la impresión de quedar vacíos.

Uno fue cuando el candidato ganador de la Consulta del PLD llegó a la Casa Nacional, en medio un júbilo convocado con premura, para dar su discurso y que le levantaran las manos los demás competidores.

Su intervención pudo ser la misma que se diera al inaugurar una farmacia o un negocio cualquiera menos de acto un político.

Se requería lanzar un grito de guerra. Un detonante que convenciera de que él estaba convencido de que iba a ganar y a su vez abriera la esperanza de que confiaran en él para que, de igual modo sorpresivo, ganar en 2024.

El otro fue el pasado sábado en un acto con juventud presidido por la secretaria general del PRM, Carolina Mejía. La alcaldesa de la capital vino a Santiago en su evidente aspiración a lo que nunca se aspira: a ser compañera de boleta nueva vez de Luis Abinader. En una arenga histriónica llamaba al presidente a buscar “cuatro años más”, una causa, no una razón.

Las reelecciones necesitan motivos, no solo deseos de dirigentes. Aunque el presidente esté bien valorado como político y gobernante, necesitará de hombros que soporten la carga de la campaña para mantenerse en el poder.

Pero tampoco hubo grito de guerra. Se han dejado pasar buenos momentos.

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