Opinión

Dr. Jiménez Olavarrieta: un Hipócrates en el Caribe

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Rafael A. Escotto

Por: Rafael A. Escotto

 

El buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad. William Osler

Estudiar Medicina, dedicarse a la investigación científica, hacer un registro detallado de enfermedades raras, conservar en orden alfabético los hallazgos, darlos a conocer y compartir sus aciertos con la comunidad médica es ser un Hipócrates en una isla del Caribe, donde el costo de la medicina crea sobresaltos en la familia del paciente.

Tengo en mis manos un libro con el título «Hospital José María Cabral y Báez», subtitulado «Trabajos del Dr. José de Jesús Jiménez Olavarrieta», editado por el amigo Piero Espinal Estévez y auspiciado por la Cooperativa Médica de Santiago y Cuna Mutual Group. Es algo así como un vademécum o memorándum de males o alteraciones raras que afectan la humanidad. Le prometí a Piero Espinal, incansable compilador de estos importantes registros de enfermedades tratadas científicamente durante varios años por el doctor José de Jesús Jiménez Olavarrieta, que escribiría este trabajo para la cultura general, precisamente en un momento en que la humanidad está temerosa y desesperada buscando remedios contra el coronavirus, que por suerte no ha tocado las islas del Caribe.

Este libro le llega a la ciencia médica en general —nacional e internacional—, oportunamente, sin jactancia facultativa, no obstante con mucho material científico que enriquece la escuela intelectual hipocrática, la presentación y análisis de casos, una reseña de cada enfermedad con su respectivo examen físico y recomendaciones médicas.

La Medicina lleva siglos investigando las enfermedades que sufrimos los seres humanos para intentar prevenirlas y curarlas con vacunas y tratamientos cada vez más efectivos. De hecho, enfermedades que asolaron continentes enteros en épocas pasadas, como la peste negra, que dejó Europa en menos de la mitad de su población. Hoy China se estremece ante el coronavirus, un grupo de virus que causan enfermedades en mamíferos y aves. En los humanos los virus causan infecciones respiratorias, incluida la influenza, que es una enfermedad viral.

Para este trabajo tuve que emplearme a fondo, pero como abogado y escritor estadounidense pude conectarme con la Asociación Médica Americana para obtener algunas informaciones, por ejemplo sobre anhidrosis unilateral padecida por el niño J. C. Then, que figura en el libro objeto de estudio. Explica el doctor Jiménez Olavarrieta (pág. 59) que el paciente «fue traído a nuestra consulta un niño de 8 años de edad, J. C. Then, de raza negra, natural de Dajabón. El niño cada vez que hace un ejercicio suda normalmente pero solamente en el lado izquierdo de su cuerpo: cara, tórax, abdomen y extremidades izquierdas».

La Asociación Médica Americana (AMA) presenta el siguiente caso en línea con la investigación y tratamiento de anhidrosis en el niño J.C. Then: «Una mujer china de 50 años, presentada con una historia de 6 meses de aumento de la sudoración en el lado derecho de su cara, opresión en el pecho por esfuerzo y dificultad para respirar. Aunque la paciente presentó un aumento de la sudoración en el lado derecho de la cara y el pecho, más antecedentes y exámenes revelaron anhidrosis precordial izquierda unilateral, ptosis parcial izquierda y miosis compatibles con el síndrome de Horner».

Sugiero que las investigaciones, medicaciones y consejos que aparecen en este libro del doctor Jiménez Olavarrieta, escrito en un lenguaje bastante fácil de ser comprendido, debe ponerse al alcance de los estudiantes de las diferentes escuelas de Medicina existentes en el país por su excepcional importancia pedagógica. Ahora bien, me atrevería decir que médicos dedicados a la investigación y al tratamiento de enfermedades raras quedan pocos en el país, supuestamente porque estas clases de exploraciones científicas en una sociedad materialista no deja dinero, solo erudición.

Después de leer esta copiosa obra dejada por el doctor José de Jesús Jiménez Olavarrieta sería una equivocación de la comunidad médica desaprovechar las conclusiones médico-científicas fruto de la enorme dedicación y esfuerzos de este eminente galeno santiagués, a propósito del brote por un nuevo tipo de virus de la familia Coronaviridae en China y por otras referencias históricas que tienen que ver con todas las etapas del hospital José María Cabral y Báez y vida hospitalaria dominicana.

Antes de la aparición de este libro la comunidad médica de la posmodernidad ni la sociedad dominicana actual en su conjunto habia tenido unos datos históricos tan precisos sobre el Hospital San Rafael que comenzó a operar en 1891 en la calle 30 de marzo, siendo su primer presidente el  médico, nacido en La Habana, Cuba, Dr. Eusebio Pons, quien más luego fue sustituido, según lo reseña el Dr. Jiménez Olavarrieta, por el ilustre médico nacido en San Matias de Rio Blanco, provincia de La Habana, el 27 de julio de 1862 y graduado de médico en la Universidad de La Hanbana en 1882, hablo del respetado Dr. Pedro Pablo Dobal. 

De los médicos que dirigieron el Hospital San Rafael recuerdo haber conocido personalmente y compartido con él. Estando yo muy niño visité un dia domingo junto con mi padre su finca ganadera en Cuesta Colorada, donde queda hoy Colina Mall, al Dr. Juán Maria Alba Bello, apodado Pachelo, de grata recordación para mi familia.

Sobre la historia del Hospital José Maria Cabral y Báez, me veo en el deber de reconocerle al editor de este libro Piero Espinal Estevez su acierto al asignarle un importante capítulo a este centro asistencial inaugurado el 30 de marzo de 1946 por el entonces presidente Rafael Leonidas Trujillo Molina, el cual vino a sustituir al viejo hospital San Rafael. Años más tarde (1978) fue inaugurado por el presidente Dr. Joaquin Balaguer el nuevo Hospital Regional Universitario José María Cabral y Báez, abierto al público en 1979.

Este trabajo no pretende ser un examen de ciencia médica ni para dictar normas porque médico no lo soy. Sí debe ser, en cambio, ocupación y responsabilidad de la comunidad intelectual provocar la lectura de libros como «Hospital José María Cabral y Báez. Trabajos del Dr. José de Jesús Jiménez Olavarrieta», por los testimonios de enfermedades raras que contiene y por la importancia de sus conclusiones.

En consecuencia, debo decir que el Dr. José de Jesús Jiménez Olavarrieta fue para sus pacientes y para la ciencia médica dominicana lo que llegó a ser Esculapio, el dios de la Medicina y la curación para los romanos, a pesar de lo expresado por el médico y patólogo canadiense William Osler, uno de los cuatro profesores fundadores del hospital y centro de investigación biomédica John Hopkins, ubicado en Baltimore, Maryland, que «la medicina es una ciencia de la incertidumbre y un arte de la probabilidad». La feliz aparición de este texto enaltece al autor más allá de su muerte.

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