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ECO DESDE EL MONUMENTO: Ante una muerte innecesaria y dolorosa

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Por: Rafael A. Escotto

 

«El vivir la muerte de nuestros seres más queridos es un suceso tan fuerte, que se tiene que atravesar todo un proceso de duelo, en el que se pondrán de manifiesto todos los mecanismos de defensa, antes de conseguir llegar a la aceptación de este acontecimiento.» Oviedo Soto, S.J.

 

El pueblo de Santiago de los Caballeros ha entrado repentinamente en duelo al conocer la muerte violenta de uno de sus hijos amados: Orlando Jorge Mera, en cuya capacidad intelectual, cualidades morales, sociales y políticas había calculado este pueblo que residiría en algún momento del desarrollo de su vida política y democrática contar con la esperanza de un vigoroso estadista como se vislumbraba que podía llegar a ser él.

Dijo el sociólogo venezolano y constructor de sueños Carlos Lanz, que «El luto y el duelo son formas de vivencia social dramática de la muerte de un ser querido, la función del luto es expresar la tristeza y el dolor que siente el vivo por la partida o desaparición física de un familiar o amigo.»

Por lo que podría decirse que la sociedad de Santiago ha entrado en angustia al ser visitada por la muerte de Orlandito. Este duelo que sentimos hoy es un estado en el que los seres humanos dejamos como respuesta natural nuestras reacciones psicosociales y psicológicas por una pérdida real afectiva.

Podría decirse, conociendo que Santiago es un pueblo alegre, que la muerte de Orlando Jorge Mera, ministro de Medio Ambiente, ha llenado de pesar a este pueblo.

Caminando las calles de Santiago luego de esta muerte, observo la gente como si anduviera sin asunto. Le contemplo, en una metáfora, acercándose al puente, mirando atribulado el discurrir del mismo rio, inmerso en tristezas por esta muerte tan súbita y tan desoladora.

Al ver la calle y la tristeza sin los ojos, como escribiera García Lorca, en agonía y misteriosamente con sus ilusiones menguadas por lo acontecido, llega a mi memoria, como una inspiración milagrosa, a propósito de este trance del alma humana que se nos hace escabroso aun pensar que Orlando Jorge Mera ha fallecido, un poema de Dionisio López Cabral: «Mi calle/es una tumba/de voces sepultadas/en silencios y murmullos.»

Ese mismo día lunes en que ocurrió el pusilánime asesinado de Orlando, estando en mi casa de Santiago, presiento un ruido extraño, como si se tratara de un viento inesperado haciendo vibrar las puertas.  Me dirijo al lugar desde el cual había oído el crujido de las puertas, encontrando misteriosamente, dichas puertas herméticamente cerradas.

Me pregunto: ¿Habrá sido este ruido un presagio o sentimiento de que algo iba a acontecer ese día o en el futuro? ¿Pertenece esta suposición a una revelación divina de alguna entidad sobrenatural que quería comunicarme de algo?

No deseando que en mi memoria quedara esa premonición, salgo de esta clase de presentimiento para continuar con este escrito de pésame a la familia Jorge Villegas.

En este final mustio en que me ha tocado escribir, en el que se sueña y se presienten cosas y que luego nos traen la comunicación de la muerte innecesaria y dolorosa de Orlando Jorge Mera, me cuesta decir, como Cesar Vallejos, que desde la distancia observo espirar el perfume de un joven y talentoso abogado y político, en un féretro cubierto con la bandera nacional, rodeado el ataúd de rosas blancas y llorosos claveles rojos haciendo camino.

Paz a su alma.

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