Por: Rafael A. Escotto
El exceso de emoción en algunas veces se manifiesta como un soplo arrojado sobre una carga de dinamita y con ello producir una detonación que podría destruir viejas relaciones con un simple soplido expulsado descuidadamente sobre el área incorrectamente encañonada.
Se ha estado hablando desde hace algún tiempo de hacer desaparecer el viejo y glorioso nombre de George Washington con el que fue bautizada la arteria que se extiende de manera eminente a todo lo largo del indómito Mar Caribe en la capital dominicana.
La majestad de esta vía se la concede las aguas plateadas del océano y la victoria inmarcesible del gigante militar de Virginia que condujo con épica valentía el ejército continental revolucionario en la guerra de independencia de los Estados Unidos contra la ocupación del Imperio británico, eso sucedió entre el 1775 y 1783.
Tal hazaña liberadora le concedió a Washington la consideración de padre de la Patria convirtiéndose en el primer presidente de los Estados Unidos por los honores ganados en el campo de batalla.
No puede la simpatía de una muerte, sea quien sea el finado, dar pie a una operación de desconocimiento de valores ya sean estos nacionales o extranjeros, y crear un conflicto o disgusto innecesario entre Estados amigos que se deben reciprocidad mutua.
Sabemos que Johnny Ventura fue un artista que caló hondo en el sentimiento popular y que su muerte generó efectos variados en determinados segmentos de la población, pero de ahí a tratar de utilizar su muerte para despojar una vía pública que lleva el nombre de George Washington, con todo el prestigio y merecimientos bien logrado por este adalid estadounidense, es otra cosa que ni siquiera los parientes del fenecido merenguero estarían de acuerdo en auspiciar o apoyar.
No se puede ni pensar ni actuar bajo el calor del impacto que causa la muerte de una persona aunque sea la más querida por su pueblo, proceder de tal manera siempre resulta contrario a lo que aconseja y exige el buen razonamiento.
Los estados Unidos ha sido una nación que ha acogido bondadosamente a miles de dominicanos hasta el grado que algunos hemos ocupado posiciones de importancia en las burocracias estatales y Federal, y en la Cámara de Representantes hay otros conciudadanos decidiendo el destino político, económico y social de esa nación y los más han logrado afianzarse económicamente en aquella sociedad cuyo progreso en la República Dominicana se le hubiese hecho un tanto escabroso alcanzar.
Entonces, no se explica que se quiera nuevamente crear una fricción entre dos Estados amigos despojando la avenida George Washington de su nombre sin existir un motivo que justifique una medida de esa naturaleza que no tendría otra explicación que no sea un desacierto político que rayaría en la ingratitud.
Que se sepa, ningún país ha sido tan benevolente con los dominicanos que los Estados Unidos. Por tanto, sugerimos que no se toque ni se cambie el nombre de la avenida George Washington, toda vez a que tal pretensión seria inoportuna e irreflexiva.
Ni el presidente Luis Abinader ni ningún otro mandatario anterior ni posterior a él permitirán que se cometa una equivocación de esa clase tan solo para montarse en una ola de simpatía provocada por la muerte de un artista tan respetable y admirado como fue Johnny Ventura. Pero eso es una cosa y lo otro seria tratar de quitarle el nombre a la emblemática avenida George Washington, ya que una actuación así podría zaherir aunque sea levemente las históricas y buenas relaciones de amistad y cooperación entre los Estados Unidos y la República Dominicana.
1 thoughts on “ECO DESDE EL MONUMENTO: La Avenida George Washington no debe tocarse”
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