Opinión

ECO DESDE EL MONUMENTO: La expresividad del silencio

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Por: Rafael A. Escotto

 

A: Braulio Rodríguez, Adalberto A. Ramírez, Luis José Rodríguez, José Minaya. Luis Rafael Arzeno Perdomo, Piero Espinal, Dario Payamps, Marlon Anzellotti González y Andrés Mejía Lizardo.

 

Alguien se me acercó una tarde de esas de frio invierno que traen sorpresas, para sugerirme que escribiera acerca de la expresividad del silencio. Pensé que el individuo quería provocar la capacidad de mi pluma penetrándome en la vorágine  sustantivada de lo que tiene existencia y en la pasión desenfrenada más allá del silencio donde no hay puntuación sino un texto poético adjetivado o la expresividad del óleo en una pintura de Monet, de Goya o de Velázquez.

 

Me quedo pensativo, no tanto por lo sugerido sino por lo escabroso de la temática. Escribió Octavio Paz acerca del silencio en un momento en que, al parecer, el silencio del viento fue expresión muda que desde el «fondo de la música brota una nota que mientras vibras crece y se adelgaza, hasta que en otra música enmudece,» y en la garganta se esfuma la fuerza expresiva de la voz contenida en el interior incapaz de expresarse, ocultando de esta manera las intenciones del lenguaje. Dijo el poeta francés Paul Valéry que «los elementos expresivos de ciertos sonidos se reflejan en el lenguaje.

 

Según se sabe, en el silencio existe una vitalidad sagrada; algo semejante a una experiencia providencial o mística donde habita lo auténtico y la expresividad libre del habla interna o lenguaje fisionómico, según lo plantea Pablo Fossa, de la Pontificia Universidad de Chile. En la subjetividad de la lírica, como género literario, el poeta nos ofrece una parte de su pensamiento, de su interior, de su visión de la realidad al ser expresión de sus sentimientos más intensos.

 

Además este misticismo en la expresividad del silencio lo encontramos en el Teeteto uno de los diálogos escrito por Platón posterior a la publicación de La República y el Fedro, que versa sobre la virtud de estar informado, que no es otra cosa que el saber.

 

Para conocer el secreto del silencio, sería mejor que visitemos al poeta argentino Roberto Juarroz, para que sea él quien nos diga con sus propias palabras su significado: «El silencio que queda entre dos palabras no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae, ni tampoco el que estampa la presencia del árbol cuando se apaga el incendio vespertino del viento. Así como cada voz tiene un timbre y una altura, cada silencio tiene un registro y una profundidad.»

 

Andrés Eloy Blanco, poeta venezolano, habla sobre mudez y silencio. ¿Por qué el silencio se torna tan inmensamente expresivo en nuestros oídos aunque otro oído no lo oye? ¿Será quizá que la expresividad del silencio  guarda la sutileza de las mariposas que emergen del capullo que luego rompen para tomar su primer vuelo?  

 

Talvez estamos soñando con el silencio ondulado, un silencio donde resbalan los valles y ecos de García Lorca o el silencio de oro que se expresa en el alma de Juan Ramón Jiménez. A lo mejor es el silencio  de Neruda, el silencio que calla. 

 

Si de algo estoy seguro es que esta forma de expresividad del silencio se parece al silencio del mar y de la vida, de Mario Benedetti o al grito que retumba callado en la lejanía, a la mirada cercana de un rio hermoso de aguas diáfanas  donde el silencio brota con la fluidez de un incipiente manantial. 

 

Leyendo un trabajo del escritor estadounidense Dru Dogherty, de la Universidad de Berkeley sobre el lenguaje del silencio en el teatro de García Lorca, me encuentro con una interesante descripción del silencio en la angustia: «¡Que silencio tan abrumador! Todo ven así el silencio cartujano; paz y tranquilidad. Yo solo veo la inquietud, desasosiego, pasión formidable que late como un enorme corazón por estos claustro.»

 

Dugherty no se refería a la mudez del silencio sino más bien al silencio de intimidad religiosa, al silencio interior, de recogimiento del monasterio,  «sin el cual el exterior, más que silencio, sería mero mutismo». Por ejemplo, en la poesía de Neruda el silencio de la naturaleza no es mutismo, sino expresividad suprema. 

 

En este sentido dice Félix Schwartzmann, en su Análisis crítico sobre la obra nerudiana: « (…) el poeta persigue a través de la categoría del silencio la participación en el ser y la vida de las cosas; que intenta superar ambigüedades comunicativas, procurando alcanzar un nivel en que lo expresivo se confunde con el silencio de las cosas, donde la expresividad se disipa en silencio, porque ya somos uno con las cosas.»

 

Finalmente, debo decir que el silencio tiene una naturaleza expresiva interior que se manifiesta a través de la palabra o el lenguaje articulado en la forma en que se producen los sonidos. Entonces tenemos que concluir que silencio no es necesariamente mudez en razón a que el mutismo nos lleva al misticismo del silencio, a su expresividad elocuente. Les dejo con una frase de la escritora y poeta Munia Khan: «Para mí a veces un cielo de silencio es más expresivo que el rugido del mar.»

 

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