
Por: Rafael A. Escotto
«Los que hacen la revolución pacífica imposible harán inevitable la revolución violenta». John F. Kennedy
Una de las actividades de nuestro Señor Jesús que fueron normas y presencia en su vida fue la oración en todo género de circunstancias. Así sabemos en Lucas, capítulo 23, versículo 46, que Jesús oró en su último aliento: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Conociendo la fe acendrada del padre Jorge Cela Carvajal, de la orden de los jesuitas, perteneciente a la Compañía de Jesús, no ha de dudarse que antes de su muerte en La Habana, Cuba, haya acudido a esta misma oración de Jesús.
Según se supo el padre Cela falleció de un infarto repentino luego de haber dado negativo en la prueba de la Covid-19. Morir es como ir a dormir. No cabe duda que por las obras desarrolladas por este sacerdote inmenso en las palabras y en sus acciones rescatando vida y limpiando alma, el cuerpo del padre Cela vuelve al polvo y su espíritu volverá a Dios. Job, un personaje bíblico ejemplo de justicia, nos dice en 23:3 que el espíritu es lo mismo que el hálito de vida de Dios o su poder.
Meditando sobre la vida de este hombre de Dios, quien enseñó filosofía y antropología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, me lo imagino, ya que no estudié en universidades dominicanas sino en los Estados Unidos, donde desde muy joven escribía poesía, dando mensajes, hablando del esplendor de sus símbolos, de los matices de su composición filosófica, de su desvelada presencia en la conciencia de la humanidad interpretando textos de carácter sagrados o bíblicos y literarios.
Su estadía misionera en el Centro Montalvo de Santo Domingo, tratando de construir una sociedad justa, intercultural y solidaria, fomentando personas dignas, conversando con ellos para vincularlos con actores sociales y asumir compromisos de transformación social. Me pregunto si el padre Cela en estas enseñanzas sociológicas estaba tratando de mostrarles a los sujetos un Cristo social no violento, el cual representaba un arma poderosa para generar cambios contra el yo colectivo de los políticos corruptos y de los ricos ambiciosos y socialmente despiadados.
Jorge Cela Carvajal, como sacerdote jesuita y antropólogo excelente que fue, permaneció más de treinta años metido de lleno entre los barrios pobres de Los Guandules y Guachapita estudiando esos estilos de «vida» y organizando «pequeños grupos de sociedad civil con espíritu fraternal y compromiso por el medio ambiente, la justicia y la reconciliación».
¿Estaba el padre Cela fomentando desde esos grupos sociales integrados por sujetos excluidos el nuevo hombre dominicano o el ciudadano del futuro? o ¿estaba creando un mundo nuevo de grandes «iniciados», de revolucionarios sociales que promovieran una libertad integral? Creo que la clase de revolución que pretendía construir el padre Cela a través del Centro Montalvo estaba basada fundamentalmente en una revolución positiva, no violenta
Dice José Manuel Vidal en su periódico: «Religión digital, que el padre Cela «consideraba su principal aporte haber creado una metodología desde la realidad concreta, que aportaba precisión en un momento de grandes cambios en la religión cubana» El padre Cela entendía, lo sé por sus escritos, que para que la humanidad cambie se hace indispensable y necesario que el individuo cambie.
Ahora bien, ¿cómo se consigue ese cambio en el hombre? Bueno, pienso que a través de la virtud se pueda lograr combatir el yo o la personalidad del individuo. En otras palabras, todo lo que es distinto al principio de subjetividad en la filosofía. Me pregunto, finalmente, ¿estaba el padre Jorge Cela Carvajal en una posición redentora para enseñar la verdad cierta, el bienestar social? ¿Acepta la sociedad dominicana, la cubana, o cualquier otra sociedad, a un redentor? ¿Fue el padre Cela una especie de representante del Dios social que buscaba transformar al hombre pobre de los Guandules o de Guachupita?
Alguien podría argumentar, maliciosa y falsamente, que el honorable prelado jesuita Jorge Cela Carvajal estaba involucrado en tareas revolucionarias y que utilizaba a sujetos pobres e indigentes de los estratos económicamente bajos de la sociedad dominicana, personas que a sabiendas podrían albergar algún resentimiento de rebeldía social para utilizarlos en algún proyecto político revolucionario pacifico para subvertir el orden de cosas que hacía a esta sociedad cada vez más pobre y menos libre.
Tenemos que saber una cosa: la razón por la que los tribunales penales están hoy dirimiendo estados de corrupción se debe a que la sociedad dominicana ha estado dominada históricamente por políticos moralmente degenerados y de naturaleza perversa. El padre Cela estaba consciente de este hecho, dado el amor que sentía por este país y su futuro. Estaba consciente que había que preparar un hombre nuevo, social y políticamente más responsable, menos proclive a la acumulación incontrolable de riqueza y el dinero. Dijo Benjamín Franklin: «El dinero nunca ha hecho feliz a nadie y nunca lo hará».
El padre Cela Carvajal quería advertir muy correctamente que el rico se viste de púrpura y lino fino. Es como si hoy dijéramos que su ropa era diseño exclusivo de algún famoso diseñador de París. También hacía cada día banquetes con esplendidez. El rico vive el presente. El padre Cela no estaba en contra de la riqueza, sino de la acumulación excesiva y del abuso de poder excluyente. El padre Cela fue para los pobres de los Guandules y de Guachupita lo que en psicología se denomina un buscador de la esencia de la felicidad de los pobres de estos barrios marginados. Paz a sus restos.


