
Por: Rafael A. Escotto
Cada vez con mayor insistencia se me pregunta en las calles del país por qué no escribo sobre el personaje de la política dominicana más seductor y, al mismo tiempo, el más discutido: Leonel Fernández Reyna.
Estar entre estos dos adjetivos es agradable y, al mismo tiempo, irritante. Encontrarse entre estos dos placeres es un caos emocional para cualquier persona, porque ambos atributos son exageraciones cargadas de imprecisiones afectivas.
Sin embargo, hay quienes sentirse en esta posición dicotómica les excitan. El cerebro es el culpable de todas nuestras recciones peculiares. Cada hemisferio en nuestro cerebro es un enigma. Científicamente cada continente —el izquierdo y el derecho— actúa independiente. Por tanto, la seducción y el rechazo son competiciones esenciales.
Dice Hegel Rivera en un trabajo publicado en julio de 2018 sobre las emociones y sus formas distintas, lo siguiente: «La personalidad es en realidad un conjunto de procesos mentales que diferencian a cada ser humano en la Tierra y difícilmente hallaremos otra persona con los mismos rasgos de personalidad que nosotros. Pero al fin y al cabo somos humanos con características muy similares. Desde tiempos antiguos hemos tratado de darle un orden a la personalidad, solo que han sido muchos los intentos por clasificarla y ninguno es claro».
Para generar la atracción y la oposición que recibe con la misma intensidad afectiva, ni siquiera el expresidente Fernández Reyna está en capacidad de descodificar la fuerza que producen estos dos adjetivos sobre su personalidad política y social. Creo que para poder comprender esa totalidad espiritual y filosófica que trata de proyectar Leonel Fernández es necesario irnos al espíritu hegeliano para encontrar una respuesta.
Explica Hegel: «El espíritu solo tiene su realidad efectiva si se escinde en sí mismo, se da un límite y finitud en las necesidades [Bedürfnisse] naturales y en la conexión de esa necesidad [Notwendigkeit] exterior y, penetrando en ellas, se forma, las supera y conquista así su existencia objetiva».
Aun así no debo quedarme en esta explicación conceptual hegeliana, sino que prefiero irme a la nomotética y la idiográfica planteadas por el psicólogo estadounidense Gordon Williams Allport, para obtener de este autor clásico una forma de estudiar la personalidad de nuestro personaje en la brevedad de este artículo.
Allport define estas dos formas de estudio de la personalidad de estas maneras: «La psicología nomotética busca leyes generales que puedan aplicarse a muchas personas diferentes, como el principio de autorrealización o el rasgo de la extraversión. La psicología idiográfica es un intento de comprender los aspectos únicos de un individuo en particular».
Allport nos aclara que «personalidad» es un conjunto dinámico y organizado de características que posee una persona que influye de forma única en su entorno, cogniciones, emociones, motivaciones y comportamientos en diversas situaciones. La palabra «personalidad» tiene su origen en la persona latina, que significa «máscaras».
Indudablemente, la razón que hace que Leonel Fernández se mantenga gravitando en ese dimorfismo: seducción/rechazo, radica en esa totalidad dinámica y grandiosa que define su personalidad.


