
Por: Rafael A. Escotto
Aquella manifestación en el marco de un cielo azul hermoso describía la imagen enternecedora de mi madre Andrea fallecida rodeada de espíritus celestes; para mí era la figura eminente de ella mirando desde la altura hacia abajo, como queriendo abrazar a sus hijos que quedaron sobre la Tierra luego de su partida.
Ella estaba allí con su rostro conmovedor en medio de aquella gloriosa inmensidad, mirando angustiada el universo que dejó atrás después de su ausencia perpetua. Un tanto sobrecogido, me dije a mi mismo en aquella revelación divina: «Es ella, mi madre quien falleció el día que se llenó de lágrimas el planeta.»
De los labios de aquella imagen dibujada en el cielo parecía como si de ellos salieran palabras calladas, no obstante, al recibirlas tenían los dulces sabores de la miel. Es que toda expresión venida de una madre no es otra cosa que aroma que alienta el alma de sus hijos.
Las madres, como la mía, al morir y marcharse para siempre dejó en el corazón de sus hijos algo de sus ternuras y de su sensibilidad, como las flores, que aun marchitas dejan eternamente en el ambiente su fragancia y su gloria.
En este día de las madres dominicanas, el hecho de aparecer esta representación en el firmamento rodeada de ángeles guardianes nos llevan a los hijos a depositar en su tumba las flores más bellas y decirte, que «te tengo en mi corazón.»
Cuando yo presentía que iba a caer abatido por alguna tristeza mi madre me decía, pienso que todas las madres hacen lo mismo: “Cierra los ojos y piensa solo en las cosas hermosas”. Hoy los cierro y medito en tu presencia, en tus palabras amorosas, mamá.
Cuando en otro momento me he sentido solo y pienso en mi madre Andrea, me digo en silencio: «mi viejecita linda, cuanto te extraño, si tu hubiese estado a mi lado ofreciéndome tus consejos cuántos errores sentimentales hubiese sorteado.» Creo que a cualquier hijo le pasaría lo mismo que a mí.
En este momento tan especial en que escribo, le digo a mi madre muerta, como escribiera el poeta: «Madre, sé que en el cielo estas bien, que ya no sufres, pero aquí me haces mucha falta. Gracias por todo y descansa en paz que aquí tus hijos y tus nietos te recuerdan mucho.»
En este día en que evoco tu figura y tu amor, permíteme decirte desde este universo grande en el cual me dejaste: «Gracias mamá por educarme con tus valores. Por enseñarme a tratar a la gente con amabilidad. Por prepararme a ser feliz con lo que tengo y con lo que puedo obtener. Gracias mamá Andrea por sacar lo mejor que había en mí.»


