Opinión

ECO DESDE EL MONUMENTO: Leonel Fernández, intelectualidad y política

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Por: Rafael A. Escotto

El propósito de este artículo, «Leonel Fernández: intelectualidad y política», lo he querido iniciar con esta frase del ilustre canciller, político y abogado inglés, padre del empirismo filosófico y científico, Francis Bacon: «Un hombre sabio se buscará más oportunidades de las que se le presentan. Las personas inteligentes son capaces de ver más allá de lo obvio».

Para quienes le han dado seguimiento a mi trayectoria intelectual como articulista podrían pensar que las reflexiones que pretendo desarrollar son el producto de un cambio de orientación en mi forma de pensar sobre el carácter político del expresidente de la República doctor Leonel Fernández Reyna.

Otros pensarán que mis elucubraciones sobre este contradictorio personaje de la política dominicana podría ser una exaltación apologética a su persona en un momento en que se acaba de poner en circulación el libro: «Balaguer y Leonel: animales políticos en la jungla dominicana», de la autoría de Belarmino Ramírez Morillo. No me voy a referir a este libro de esencias laudatorias del distinguido politólogo de la Fuerza del Pueblo (FP) porque no lo he leído, aunque sí se podría hacer algún comentario valorativo al estilo hecho por la editorial española Perlado, Páez & Co. titulada «Los comentarios de Cayo Julio César», pero no es este libro lo que motiva este artículo, esa apreciación la haré más luego.

No cabe duda que el doctor Leonel Fernández es poseedor de una elocuencia política poderosa, con todo a que siempre recurre, como otros líderes, al telepronter que refleja el texto cargado a una computadora, sin embargo, su oratoria fluye abundante, persuade y tiene poder para conmover las pasiones en razón a que  como expresara Milton: «La elocuencia deleita el alma y la música los sentidos».

Ahora bien, lo que preocupa al educado lector es si los discursos del expresidente Fernández, como dijo Thomas Carlyle, conducen o no a alguna manera de acción, de lo contrario se pregunta el propio filósofo inglés: ¿cuál es el interés al pronunciarlos?

Al examinar los discursos políticos de los intelectuales que han gobernado el país, como Marco Antonio Cabral, Francisco Gregorio Billini, Francisco Henríquez y Carbajal y Joaquín Balaguer, Leonel Fernández cuenta con una oratoria increíble, lo que le da a este político contemporáneo una aceptación que podría llevarlo a repetir en las elecciones de 2024.

El expresidente Fernández, lo mismo que todo buen orador, sabe que el habla es poder. Dijo Waldo Emerson, el filósofo estadounidense más influyente del siglo XIX, que «el habla es persuadir, convertir, obligar». Ahora bien, la mayoría de los discursos políticos no dejan de ser una producción teatral. Una vez se abre el telón el público entiende que el espectáculo ha comenzado.

Manifiesta el profesor de la Universidad Autónoma del Estado de México Carlos González Domínguez en su libro «Teatralidad en el discurso», que la cortina «es esencialmente el instrumento, no de una mentira, sino de un signo de un sueño, de una magia abiertamente buscada».

El orador político más cautivador es el que «sabe mentir con gracia», como expresara en una ocasión Erasmo de Rotterdam.

Si bien es cierto que el poder de la oratoria es importante como arte de hablar y como género literario para alentar al público a favor de una causa o idea defendida por el disertante mediante la cual el orador construye su propia identidad. Sin embargo, cuanto se trata de un político dominicano al público lo que le interesa conocer son las obligaciones y la racionalidad de lo que pretende comunicar el orador, o sea, su compromiso ético-social.

De acuerdo a la explicación que hace María Clara Díaz, de la Universidad de Brasilia, en un artículo titulado: «De la ética del discurso a la moral del respeto universal», ella explica: «Cuando digo a una persona “prometo devolver el libro la próxima semana” asumo un compromiso delante de la misma y le otorgo el derecho de exigir el cumplimiento de lo que le fue prometido. Si mi promesa no es mantenida infrinjo las reglas de este juego y con esto cancelo, al menos temporalmente, mi posibilidad de participar en el mismo».

El discurso de un político dominicano, incluyendo a Leonel Fernández, a Balaguer o a cualquier otro, si no hay compromiso de las ideas —lo prometido en la oratoria, dijo Abraham Lincoln— no es real. En Grecia la oratoria no fue más que un instrumento para lograr prestigio. En la República Dominicana, en cambio, al orador no lo mueven sus ideales más excelsos, como exigía Sócrates. El discurso político solo sirve para seducir o fascinar al elector; una vez el candidato elegido consigue el poder es la oligarquía la que recibe y disfruta de los beneficios y privilegios del poder político. El poder así ejercicio es un poder subordinado.

Creo que tanto Balaguer como Leonel trataron de darle a su poder un origen divino o cuasi divino. Leonel, como fue Balaguer, se siente distinto a cualquier otro gobernante; él piensa que su poder es incontestable.

De lo anterior es posible pensar que a Ramírez Morillo le haya llegado la idea de escribir el libro «Balaguer y Leonel: animales políticos en la jungla dominicana» como una forma de exaltar a su líder y, al mismo tiempo, llevarle al alma de los reformistas y al pueblo la semejanza entre estos dos lideratos. En otras palabras, sería lógico que se quiera hacer creer que el karma de Balaguer haya pasado a Leonel a través de una progresión espiritual.

Me hago una pregunta para finalizar este artículo: ¿a qué se debe que no se ha escrito un libro con el siguiente título: «Bosch y Leonel: animales políticos en la jungla dominicana» y se prefirió el mismo título pero «Balaguer y Leonel: animales políticos en la jungla dominicana?» ¿Seria porque estos dos líderes se llegaron a creer que el pueblo es simplemente una multitud anónima de siervos?

¿No sería, como lo que le advirtió Dios a Moisés en Hebreos 8-5, que ellos, Balaguer y Leonel, son «figuras y sombras» de una misma causa de la política dominicana y no así, al parecer en el caso de Bosch y Leonel, por sus desemejanzas conceptuales sociales y políticas? Me temo que para el escritor Ramírez Morillo, con el mayor respeto, no significa lo mismo comparar a Bosch y a Leonel, aun siendo del mismo partido político. Bosch, con un liderato terrenal, alejado de lo divino, afirmaba, en cambio, que: “Ningún hombre es superior a su pueblo.”

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