
Por: Rafael A. Escotto
«De la armonía impenetrable y sabía que ustedes logren establecer y sostener, dependerá el porvenir de nuestro pueblo.» Marino Vinicio Castillo.
Cuando me enteré del cumpleaños 90 del doctor Marino Vinicio –Vincho- Castillo pensé que este eminente jurisconsulto del país estabas en la última parada de su vida; resultó que al verle en un homenaje para exaltar su figura me equivoqué, estás en el canto de esperanza, en una trascendencia ante la riqueza de la vida y su existencia en un ciclo radiante como intelectual del derecho.
La historia de este filósofo, en la práctica y en la oratoria forense, se asemeja, cuando se le escucha articular una defensa en los púlpitos procesales, a una melódica en el campo de la música culta, como aquella filarmonía que se logró en aquel concierto bellísimo en Montevideo dedicado a los países de las Américas.
El nombre del doctor en derecho francomacorisano Marino Vinicio –Vincho- Castillo, para este homenaje en sus 90 años de fértil vida social, intelectual y familiar, preferiría distraerlo del terreno cenagoso de la política partidaria, toda vez a que, aun teniendo la política sus momentos provechosos, no es en ese campo el que mejor correspondería a un hombre de su estatura como maestro y pensador de la ciencia jurídica.
A veces pienso que cuando el doctor Castillo se distancia de los estrados forenses las jóvenes generaciones de abogados se pierden de observar en la tribuna jurídica a un verdadero artista de la elocuencia judicial y, junto a su oratoria habría además que apreciar en este abogado sus envidiables cualidades para descubrir el verdadero sentido de la defensa y con ello sostener su derecho de probar la inocencia de su representado.
El doctor Castillo, sépase bien, ha demostrado a través de su ejercicio profesional, una afición sin igual por la lectura de textos que enriquecen la literatura universal y a sí mismo; tampoco escatima tiempo ni esfuerzos en nutrirse por medio de la lectura consuetudinaria de aquellas discusiones filosófica-jurídicas en torno al concepto de justicia.
Su interés por conocer los sistemas constitucionales en las ciudades-Estados de la Grecia Antigua, y el transitar a través del tiempo de regímenes aristocráticos u oligárquicos a democráticos, como lo recoge el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México (UNAM) en un trabajo interesantísimo titulado «El derecho en la Antigua Grecia» es digno de imitar la dedicación que este jurisconsulto le dedica a acerar su acervo cultural.
Yo diría, que son 90 años enriqueciendo sus momentos felices los que vive el doctor Marino Vinicio Castillo, hoy esas evocaciones robustecen su espíritu despierto y no deja que este ilustre abogado pierda la pasión que se halla dentro de él como maestro que es de la civilidad y culto jurista del país.
Como abogado de los tribunales de los Estados Unidos, reverencio sus cualidades como letrado. Lo que preocupa a la comunidad jurídica nacional es que este experimentado abogado de la república no le deje escrito a la sociedad forense un prontuario de su pensamiento doctrinario-jurídico y de su extensa practica que le sirva de material de apoyo a su discurso argumentativo y filosófico en los tribunales antes casos difíciles. Recordemos que santo Tomás de Aquino organizó los dogmas de la iglesia tomando como base los libros de Aristóteles.
Si el abogado británico y primer juez del tribunal Supremo Edward Coke (1552-1634) se caracterizó en la defensa de los derechos de las personas y se enfrentó a la Corona en defensa de la independencia judicial; También el abogado y filósofo flamenco Hugo Grocio (1583-1645) estableció las bases del Derecho Internacional, o sea, el llamado “De iure belli at pacis”, 1625 y del mismo modo, el magistrado y pensador francés Alexis de Tocqueville (1805-1859), explicó el fundamento de la democracia en su obra cumbre: «La democracia en América», que marcó el trayecto hacia la igualdad y previno los peligros de la tiranía democrática al entender que «una sociedad en la que todos, mirando a la ley como obra suya, la amen y se sometan a ella sin esfuerzo», estimo que el doctor Castillo podría erigirse en uno de estos grandes hombres.
Creo, y sin creerlo afirmo, que el destacado jurista Marino Vinicio Castillo, hombre carismático, poseedor de un verbo fluido e inmaculado con el que puede subyugar con facilidad increíble en los foros a sus contendores mejores dotados, desde esta columna le doy mi felicitación con motivo de celebrar sus 90 años de vida activa y valiosa para la patria.
Si el doctor Castillo fuera visto por la sociedad despojada de envidia, resentimiento natural en algunos hombres mezquinos y faltos de talento, entonces, lo compararía con la estatura filosófica-jurídica de estos grandes hombres de la toga y el birrete que he mencionado anteriormente en este trabajo, por algo que expresara Simón Bolívar y que el doctor Castillo ha propugnado durante toda su existencia como abogado: “La Justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ella se sostiene la igualdad y la libertad.”
Para este articulista y abogado considero al doctor Marino Vinicio –Vincho- Castillo uno de los letrados dominicanos mejor cotizado y más inteligente, lo comparo, sin que se me tilde de ser excesivamente lisonjero, con el abogado judío Benjamin Brafman, quien trabajó en la oficina del emblemático fiscal del distrito de Manhattan, Robert Morgenthau, en la década de los 70. Brafman está considerado el mejor abogado penalista de Estados Unidos y fue quien defendió al cantante estadounidense Michael Jackson, entre otros casos ampliamente sonados.
Felicitaciones para uno de los mejores abogado dominicano en sus 90 años. Continúe siempre su trayectoria rectilínea, poniendo lo mejor de su parte y de su esfuerzo para lograr una sociedad más equitativa y justa pero sobre todo ética, a pesar de los años cumplidos.


