Opinión

ECO DESDE EL MONUMENTO Un concierto en honor a la Patria

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Por: Rafael A. Escotto

«La patria es impecable y diamantina».

Ramón López Velarde

Un cielo majestuosamente azul se tiñó de rojo mientras el sol se acercaba al horizonte al atardecer en la víspera al 27 de febrero de 1844 cuando los trinitarios preparaban sus cañones bajo el manto secreto de la noche redentora para rescatar la patria, cristiana y sacrosanta, del baldón que ensombreció y mancilló el suelo dominicano cubriéndolo de grandes pesares y de afrentas, cuyos vestigios insolentes y execrables quedan todavía como indicios ignominiosos en forma de inmigraciones de mansas apariencias, pero de designios lacerantes.

Ciento setenta y siete años después de aquella gesta heroica los santiagueses de hoy, guardando la formalidad exigible en tiempo de COVID-19, aún turbados por ominosos presagios, festejaron jubilosos con un concierto excepcional organizado en la explanada frontal del Monumento a los Héroes de la Restauración aquella hazaña libertadora.

El ambiente musical fue amenizado por la respetable Orquesta Metropolitana de Santiago, la cual deriva de la Fundación Sinfonietta del Cibao, que nace como una respuesta cultural a la región norte de contar con una orquesta de alta calidad profesional. Una mirada sigilosa al crepúsculo que se despedía de su jornada del día 26 de febrero daba la sensación, triste y encantadora a la vez, que el ocaso, con sus matices rojo y naranja, se resistía abandonar el área del Monumento donde estaba llevándose a cabo el extraordinario concierto a la Patria.

El joven y eficiente administrador del Monumento a los Héroes de la Restauración, Marlon Anzellotti González, tuvo la fuerza creativa, como intelectual que es, de pensar en regalarle a Santiago, en nombre del Ministerio de Cultura y del Gobierno que preside con aciertos y temple indiscutible Luis Abinader Corona, una tarde llena de preciosidades y de reminiscencias históricas que redoblan hechos trascendentales favorecidos por la naturaleza boscosa y pastoril del entorno.

La música dulce, melodiosa y suave, como le hubiese agradado al patricio mientras afinaba y abrillantaba las armas de la emancipación apoteósica. La luminosidad del edificio del Monumento, alumbrado con los colores de la bandera tricolor y revestido con mármol blanco, el más preciado de todos, extraído especialmente de las canteras de los Alpes Apuanos de Carrara, Italia, con el cual se construyó la columna trajana, erigida en Roma por orden del emperador Trajano.

El espíritu festivo y alegre por lo que significó la epopeya de 1844 para los dominicanos se sintió llameante en Santiago de los Caballeros la víspera de la

efeméride en el frontispicio del Monumento, la tarde febrerista del 26 en la que asistimos escoltados por Marlon Anzellotti y la gobernadora del primer Santiago de América, doña Rosa Santos, a celebrar jubilosos aquella fecha gloriosa.

Hubo un grupo de bailarines del Centro de la Cultura de Santiago que agregó colorido a la festividad y mientras repiqueteaban la orquestación de unos merengues el público, desde sus asientos, movía los pies y sus cuerpos seguían el ritmo cadencioso de la música sabrosísima de la Orquesta Metropolitana de Santiago. Santiago necesitaba botar el estrés a pesar de la pandemia.

¡Que viva la Patria y que no ose jamás caer otra vez en la negra e infamante noche de otro febrero de 1822! ¡Duarte, Sánchez y Mella viven

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