Por: Ing. Félix Díaz Tejada (Ecólogo).
Hace tan solo 20 años parecía inimaginable cuando era previsible el presagio de que si continuaba el acelerado proceso de depredación de las cuencas hidrográficas y el desguace de los ríos dominicanos, en escaso tiempo añoraríamos aquellos caudales; vaticinio que para algunos desenfadados ‘‘pragmáticos’’ más bien le parecía un estorbo a sus inconfesables fines.
Tanto el rio Camú, como el Jimenoa, Baiguate, Yaque del Norte, Yuna, Jayaco, Masipedro, Bajabonico, El Jaya, Yaque del Sur, Yubaso, Sanate, Guayubincito, Guanajuma y Bayacanes, por citar algunos, han reducido su caudal de manera brusca, a unos niveles que a ese ritmo, en el corto plazo podrían ser estampas del recuerdo.
La superficie cubierta de bosques que apenas queda en pie en las montañas dominicanas, se ha reducido a los parques nacionales y algunos contados espacios que mas que bosques constituyen monocultivo de arboles para planes de manejo forestal. La amenaza sigue estando latente, con invasores de áreas protegidas, que cual ‘‘caciques’’ actúan a su libre albedrio y para quienes la Constitución de la Republica, la Ley No. 64-00 sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales y la No. 202-04 sobre Áreas Protegidas, constituyen letra muerta.
Los estudios y evaluaciones sobre alternativas a la industria de los agregados y de la construcción, incluyendo obras viales, hidráulicas, caminos vecinales, proyectos de viviendas, torres, plazas comerciales, en fin todas tienen como alternativas amplias zonas de canteras secas, ricas en materiales de alta calidad y resistencia; ubicadas en las provincias Santiago, Valverde, Montecristi, San Cristobal, Peravia, Azua, Barahona y La Altagracia. Dichos estudios fueron promovidos en el año 2009, por organismos internacionales y la Unión Europea, conjuntamente con técnicos dominicanos, especialistas en la temática; a fin de que de manera definitiva los buitres y vampiros dejen de hacer ‘‘carroña’’ y negocios con las arenas y piedras de los ríos, y que sus caudales puedan reponerse. Pero los carroñeros prefieren seguir invadiendo y destruyendo nuestros ríos, que son espacios críticos, los cuales ameritan de la debida protección y salvaguarda posible.
Los efectos del cambio climático se resienten, con periodo de sequia intensa, altos niveles de evapotranspiración, elevadas temperaturas y su terrible impacto sobre la agropecuaria. Los niveles de agua almacenada en las presas continúan precarios y las esporádicas lluvias apenas humedecen el suelo.
La viabilidad de una nación, estado o país, está en intima correspondencia con sus fuentes acuíferas, la protección de sus cuencas hidrográficas, las áreas protegidas, la biodiversidad y el respecto a las leyes. Se precisa de voluntad, identidad y firmeza ante el sombrío panorama en términos ambientales, con el fin de remediar antes que tener que lamentar.