Por: Rafael A. Escotto.
«Es cierto que el amor conserva la belleza y que la cara de las mujeres se nutre de caricias, lo mismo que las abejas se nutren de miel«. Anatole France
Desde hace algunos años el deseo de lucir bella o atractiva entre las mujeres ha avivado un estado insaciable de rivalizar sacrificando su cuerpo llevándolo a una sala – no a una habitación de un lujoso hotel a disfrutar de la ventana la vista de un paisaje de algún litoral -, sino a un quirófano de algún hospital o clínica dispuesto para la práctica de operaciones estéticas.
Esta inquietud nos obliga a preguntamos: ¿Es esa la mejor forma de perfeccionar su figura femenina para lograr la sensualidad que aparentemente no llegó con el nacimiento? o quizás sea esa una manera de llevar su cuerpo a una competición provocadora tratando de conquistar el reinado del erotismo.
En la mentalidad machista de los hombres caribeños, especialmente, la voluptuosidad femenina, la cual es una incitación de los placeres de los sentidos, observar unos glúteos ostensiblemente carnosos en una mujer significa una provocación a la excitación sexual y, también entre las mujeres constituye un dominio psicosexual inconsciente de territorios o como diría Sigmund Freud, la plasmación de la sexualidad.
En ese deseo excesivo de lucir lujuriosamente seductora podría estar esa inconformidad que siempre está presente en las mujeres al creer que nunca es suficiente para el hombre. A decir verdad, estudios han demostrado el carácter competitivo de la mujer, al señalar que la mujer piensa que «para avanzar hay que conquista a otros, cuando en realidad nos estamos conquistando a nosotros mismos«, según lo define el diccionario Oxford.
Algunas mujeres con un trasero exagerado llegan al extremo de pensar que ellas son la famosa Sara Breetmar, aquella africana llamada «La Venus Hotentote« cuyas nalgas se convirtieron en una atracción de circo y cuyo esqueleto y órganos fueron exhibidos en un museo de Paris en 1974.
No se dan cuenta algunas mujeres que exagerar partes de su cuerpo le podría llevar a sufrir resultados no deseados posoperatorios o en el mismo acto quirúrgico. Ciertamente, existen muchas otras formas menos riesgosas que no sea sometiendo el cuerpo a los rigores de una liposucción.
En una publicación de la compañía aseguradora española Sanita, fundada por un grupo de médicos, se hace una distinción entre liposucción y lipoescultura que he encontrado interesante desde el punto de vista educativo, darlo a conocer en este articulo.
Observemos la definición que hace Sanita; «liposucción a secas consiste en disolver la grasa sobrante y acumulada en cualquier parte del cuerpo (abdomen, cartucheras, brazos, espalda, cara, cintura, etc.) para luego extraerla a través de una cánula por un efecto de succión«. Mientras que lipocultura –explica esta sociedad médica con oficinas en Madrid -, —«se vale de la liposucción para cumplir con sus objetivos de moldear el cuerpo«.
Debido a que este artículo tiene, entre otros aspectos, el propósito educativo, he considerado importante referirme a otra consideración de Sanita que plantea otras vertientes tecnológicas de la lipoescultura:
«…llega de la mano del desarrollo alcanzado actualmente por la tecnología láser a partir de la experiencia acumulada y que ha permitido que se puedan disolver bolsas de grasa no demasiado grandes sin que para eliminarla haya que recurrir a su succión, ya que es el propio organismo el que la reabsorbe. Es lo que los dermatólogos denominan laserlipólisis y que se utiliza cada vez con mayor frecuencia para la eliminación, por ejemplo, de la tan denostada celulitis«.
En conclusión, creemos que elegir la cirugía estética es una decisión que se toma individualmente antes de llegar a la mesa operatoria y tiene mucho que ver con ese afán de algunas mujeres de competir entre ellas exponiendo su cuerpo al peligro de sufrir embolia causado por la perforación de un vaso sanguíneo, lo que lleva, según la ciencia media, a la formación de coágulos en la sangre durante el proceso de liposucción.
Nos preguntamos, ¿vale la pena comprometer su cuerpo a la severidad de una cirugía estética por el simple hecho de lucir falsamente bella o atractiva? Alguna mujer diría: «ese es el precio de la belleza«.