Editorial Periódico Camino.
Las remesas enviadas por los dominicanos en el exterior aumentaron en el pasado mes de mayo, llegando a más de 900 millones de dólares. El dato ofrecido por el Banco Central nos habla de los integrantes de una comunidad que tienen muy presente la tierra que los vio nacer.
Superar en 295 millones a la cantidad enviada en mayo del 2020 habla muy bien del corazón generoso de los hombres y mujeres que un día se marcharon de la Patria en busca de un mejor destino, y que hoy siguen tan presentes como el día que la dejaron atrás. Por eso, jamás debemos llamarles dominicanos ausentes.
Ellos han contribuido a mejorar la calidad de vida de los familiares que dejaron aquí. ¿Qué sería de nuestra gente del campo y la ciudad si no llegaran cada mes alimentos, vestido, medicina y otros recursos para mejorar viviendas, construir centros comunales y hasta para arreglar caminos vecinales?
Si no fuera por ellos, muchas comunidades parecieran cementerios de seres humanos que apenas respiran. Con sus remesas, los que emigraron han suplido en parte el descuido del Estado, que por décadas ha sido deficiente para responder a las necesidades esenciales de los empobrecidos.
Deseamos que la nobleza y entrega de los dominicanos que viven en diferentes partes del mundo, sea recompensada con un trato justo, que implique medidas que los beneficien, que los protejan en los países donde están residiendo, y que no los vean como una fuente para sacarle dinero ganado con mucho esfuerzo y sacrificio, a veces llevando más de dos trabajos.
Los servicios consulares que los dominicanos demandan en Estados Unidos y otras naciones donde viven, deberían ser ofrecidos a menos costo, con menos burocracia y con una actitud de servirles. Es lo menos que se puede hacer por una comunidad que aporta tanto al país.
