Opinión

Está o no la RD camino a una dictadura?

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Por: Rafael A. Escottoyt

«La homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo«.

¿Está usted de acuerdo con que el país se encamina hacia una dictadura, como dijera Monseñor Francisco Ozoria?

Vamos a ver cómo construimos una respuesta a esta interesante inquietud del prestigioso periódico La Información, de Santiago de los Caballeros, evitando en lo posible caer en prejuicios a los cuales nos podría conducir un tema donde hay tantas paradojas y emociones antagónicas, a favor y contrarias.

Lo que  se me ocurre, a manera de ilustrar a mis lectores, es establecer un punto que es fundamental para poder entender la plataforma ideológica sobre la cual se sustenta la discusión de si el país, República Dominicana, va «camino a una dictadura«, según lo expresado por la Iglesia católica.

Entrando en materia, creo que lo primero sería describir qué es la institución denominada iglesia católica: es un gobierno organizado políticamente en el cual el papa  es  el presidente o jefe del Estado del Vaticano y al mismo tiempo es el líder espiritual de la Iglesia Católica mundial. El estado del Vaticano es un país soberano dentro de la ciudad de Roma que tiene unos órganos de gobierno propio y con un territorio.

Por tanto, hay que entender que cualquier pronunciamiento político hecho desde el pulpito por un sacerdote durante la eucarística produce efecto político en la feligresía por el peso moral y por la carga de compromiso que implica la fe en ese contexto religioso.

Las revelaciones políticas hechas por un cura durante la misa poseen el mismo valor político para los feligreses católicos que, por ejemplo, las que  formule un funcionario de un partido político en el Gobierno para su militancia, por tratarse de entidades con personaría jurídica  y moral para emitir juicios de naturaleza política.

Lo que podría estar en discusión, desde luego, sería si ambas confesiones tendrían igual valor moral para los ciudadanos en general, tratándose de una cuestión de alta importancia social y política como sería la instauración de una dictadura en una sociedad que ha pasado por esa experiencia.

La preocupación de la iglesia de si el país va camino a una dictadura, dicha en medio de la eucarística, precisamente, en el periodo de Semana Santa o Semana Mayor, en el que el mundo cristiano conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, tiene un elevado significado emocional y místico por constituir los fundamentos de las enseñanzas de Cristo que surge con el nacimiento de Jesús de Nazareth en Judea.

La primera vez que el país vio un debate de carácter político filosófico entre la Iglesia y el Estado fue entre el profesor Juan Bosch y el Padre Láutico García durante la campaña electoral del año 1962. El tema central de aquella polémica era el supuesto comunismo del candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

Hoy el enfrentamiento no es filosófico sino ideológico con el tema de si el país va camino hacia una dictadura en cuyo debate vuelven a enfrentarse un partido creado por Juan Bosch y un miembro de la Iglesia católica.

Lo que parece que ha movido a sospecha a la iglesia es el hecho de que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que lleva más de veinte años en el poder y se encuentra en vía de convertirse en una réplica del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México, y, por tanto, en una dictadura con las consecuencias desastrosas que vivió lamentablemente el país azteca.

Quienes no han vivido en dictadura posiblemente ignoran lo terrible que es un estado absolutista y, al parecer, esta iglesia de hoy no quiere reeditar la  prosternación de la iglesia del arzobispo metropolitano de Santo Domingo Monseñor Ricardo Paolo Pittini, primer vicario castrense de la República Dominicana durante la Era de Trujillo nombrado en 1935 por el papa Pio XI.

El ala progresista de la iglesia ha sido siempre vigilante, sobre todo, después de la nefasta Era de Trujillo, de los demoledores zarposos de las dictaduras del unipartidismo hegemónico. Hoy el país –quiérase o no aceptarse – está bajo el mandato de un partido predominante sobre los demás partidos políticos.

Ahora bien, me surge una pregunta: ¿Por qué la iglesia ha tenido que asumir el rol que debe ejercer los partidos de oposición ante el avance programático del partido de gobierno?

La respuesta es fácil, ninguno de los partidos que forman el núcleo opositor, incluyendo el Partido Revolucionario Moderno (PRM) han logrado estructurar un discurso unitario convincente que evite la permanencia en el poder del PLD y la posibilidad de una eventual dictadura de partido único. Frente a esta fragilidad de la oposición mal haría el partido de gobierno de entregarle pura y simple el poder a quienes no han trabajado para ganárselo.

Pienso, que la iglesia al advertir en su homilía de las siete palabras  sobre una posible dictadura de partido en la República Dominicana está cumpliendo con su papel moral el cual aparece en la tesis escrita por el teólogo católico suizo más destacado del siglo XX Hans Urs von Balthasar, cuyo texto me he tomado la libertad de leer para ampliar mi acervo cultural.

Además, cualquier pronunciamiento que haga la iglesia pertenece a la reforma eclesial y a la democratización de la Iglesia. La democratización –dijo el prestigioso grupo laico católico de alemanes, el Bensberger Kreis -, referido por Andrés Torres Queiruga en su obra «La democracia en la iglesia«, que: «La democratización de la Iglesia constituye una de las facetas más importantes de una amplia reforma de la Iglesia, tal como se requiere perentoriamente«.

Opino, que la respuesta del Gobierno a la apreciación de la iglesia fue apresurada, inoportuna e impulsiva, lo que le ofreció a la oposición una oportunidad para cabalgar o surfear sobre las olas políticas que le proporcionó la iglesia, sin proponérselo.

Finalmente, soy de opinión que la percepción expresada por la Iglesia durante Semana Santa sobre la posibilidad de que el país «va camino a una dictadura«, debemos ver esa expresión como parte de la «democratización eclesial de la Iglesia« y, clara está, sus pronunciamientos encajan en la «nueva renovación de la iglesia«, de la cual habló el Papa Benedicto XVI.

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