Por Editorial Periódico Camino.
Rep. Dom. -El amor a la vida se ha ido perdiendo. Para muchos jóvenes ese regalo de Dios ya no tiene valor. Solo tenemos que observar la cantidad de muchachos que se marchan a destiempo de esta tierra a consecuencia de los constantes accidentes que ocurren a diario, y con mayor frecuencia los fines de semana.
El exceso de velocidad sin ningún tipo de protección está dejando una secuela de dolor en tantas familias que ven partir a sus hijos para siempre. Las competencias, en motores preparados para este tipo de eventos, son aterradoras. Vías de mucho tránsito son el escenario de estas carreras en donde se apuesta una gran cantidad de dinero. Los que conducen las motocicletas van ligeros de equipaje para que la brisa no entorpezca su agilidad. El consumo de alcohol y motocicletas en malas condiciones, son otras causas de esta tragedia.
En otras ocasiones nos hemos referido a este tema, pero las piruetas que hacen los jóvenes en sus motores continúan. Son un desafío a la muerte.
Ya no hay caminos, carreteras, calles ni autopistas en donde no aparezcan, de repente, hasta adolescentes haciendo malabares en una sola rueda, propios de un circo.
Hacemos un llamado a las autoridades competentes para que tomen las medidas de lugar frente a estas acciones que están llenando de luto a tantas familias dominicanas. No podemos continuar irrespetando las leyes de tránsito.
Ninguna sociedad avanza en medio del caos que vemos en el tránsito de nuestro país.
A los extranjeros que nos visitan les sorprende y aterra el modo como aquí se conduce. No permanezcamos apáticos frente a esta realidad. Tantas vidas útiles no pueden continuar marchándose a causa de los accidentes de tránsito