Opinión

Gracias Monseñor Fello


Editorial periódico Camino.

 

 

 

Padre mío, me abandono a ti

 

Haz de mí lo que quieras

 

Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo con tal de que tu voluntad se haga en mi…

 

Esta oración de San Carlos de Foucauld que Monseñor Rafael Felipe, Fello, hizo suya, describe su paso por este mundo.

 

Sus huellas de servicio y entrega están marcadas en el camino de todos aquellos que tuvieron la oportunidad de caminar a su lado.

 

Santiago, Licey, Puerto Plata, Mao, Salcedo, Tamboril, la Diócesis de Barahona, y otros pueblos son testigos de la obra de bien que realizó Monseñor Fello.

 

Esperamos que en las generaciones de sacerdotes, y laicos que formaste, de manera incansable, quede grabada tu integridad y sencillez.

 

Monseñor Fello vivió ligero de equipaje. En su vida podemos leer las páginas del Evangelio. Gracias por darnos tanto, querido, y siempre recordado Monseñor Rafael Felipe, Fello.

 

Cumpliste a cabalidad lo que dice la oración de abandono: Padre mío… porque para mi amarte es darme, entregarme en Tus manos sin medida, en infinita confianza, porque Tú eres mi Padre.

 

 

Indignación Nacional

 

Los actos de corrupción están hiriendo el corazón de la Patria. Sus consecuencias son desastrosas, porque aumentan la marginalidad y la pobreza de miles de dominicanos, privándolos de un sistema de salud digno, y de otras necesidades esenciales. Como bien lo decía el Papa Francisco, la corrupción es un cáncer social.

 

La clase política parece no tener idea del daño que le está haciendo a la democracia, con sus inconductas.

 

Y como dice la Doctrina Social de la Iglesia, la corrupción política es una de las deformaciones más graves del sistema democrático, porque traiciona al mismo tiempo, los principios de lo moral y las normas de la justicia social.

 

La gente ya se está cansando de escuchar tantas promesas de transparencia en el manejo de los fondos públicos, cuando la realidad dice lo contrario ¿Que está pasando con SENASA?

 

Le toca ahora a la Justicia asumir su rol, y los que han fallado, una vez se hayan comprobado sus delitos, deben asumir las consecuencias. No puede haber privilegios. Solo así caminaremos hacia la institucionalidad. De lo contrario, vamos caminando hacia el abismo. Evitemos ese final.

 

 

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